El 12 de mayo fue el Día de la Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos en honor a nuestro patrón Santo Domingo de la Calzada y, además, este año 2024 se celebra el bicentenario de la muerte de Agustín Betancourt (nacido en Puerto de la Cruz Tenerife, 1758-1824), ingeniero y técnico de la Ilustración, fundador de las actuales escuelas de ingeniería de caminos, canales y puertos en el año 1802; pero lo más destacable de este hecho es que la creación de la escuela fue la consecuencia precipitada de la intención de mejorar las prácticas constructivas de la época, después de algunos errores que se cobraron muchas vidas humanas, como fue el de la rotura de la presa murciana Puentes II con 608 fallecidos. Con esta pequeña introducción quiero subrayar el espíritu social, resolutivo y de tecnificación que nos caracteriza a la mayor parte de las personas que nos dedicamos a la ingeniería de caminos, canales y puertos, la vocación de ayudar a la sociedad a través de la dedicación responsable de diseñar, construir, mantener y gestionar todas aquellas infraestructuras naturales y artificiales que tienen como objetivo primordial mejorar la calidad de vida de las personas.
La ingeniería civil está en todas partes y es necesaria para casi cualquier cosa de nuestro día a día: abrir un grifo y que salga agua, circular y recorrer kilómetros de la manera más segura posible, gestionar entornos costeros en los que poder disfrutar de los ecosistemas naturales en equilibrio con el resto de actividades, construir y gestionar puertos como nodos de conexión entre territorios y al servicio de la sociedad, construir, reconstruir y adaptar espacios públicos aptos para el esparcimiento de todas las personas, etc. Sin embargo, nuestra profesión no solo se ejerce en el ámbito de la generación y puesta en servicio de todo lo que he descrito, sino que también estudiamos cómo llevar a cabo la puesta fuera de servicio de los equipamientos civiles y con esto lo que quiero focalizar es mi consideración sobre lo que somos los ingenieros de caminos, una disciplina y un colectivo muy necesario para abordar el tan mediático tema de la gestión de la masificación.
Actualmente existe un consenso para abordar la gestión de la masificación, para establecer límites al tráfico, para llevar a cabo una serie de actuaciones de mitigación alrededor de la industria principal de nuestras islas, el turismo y, en consecuencia, se abre un periodo de reflexión con respecto a cómo se ha de organizar el territorio y los servicios que sobre la superficie que conforman nuestras islas se llevan a cabo. La óptima actuación en el proceso de abordar una necesidad cuya solución requiera la intervención de la ingeniería civil ha de ir aparejada siempre de un análisis multicriterio, un estudio de alternativas y la justificación de la mejor solución. Si la ingeniería civil tiene por objeto mejorar la calidad de la vida de las personas, construyendo y manteniendo aquellas dotaciones públicas que permitan llevar a cabo el desarrollo y equilibrio de las sociedades, también ha de estar presente a la hora de liderar la planificación y el análisis del futuro de las Islas en aras de la sostenibilidad y el mantenimiento de la calidad de generaciones futuras.