Siete mil personas se concentraron el domingo en la Plaça Major de Palma bajo el lema ‘Sí a la llengua', convocados por la Obra Cultural Balear. La cifra, siendo importante, se encuentra a años luz de la masiva movilización que -en su contra- consiguió en 2013 José Ramón Bauzá, de alrededor de 100.000 ciudadanos.
Y si, en aquella ocasión, resultaba evidente que entre los manifestantes tenía que haber por fuerza miles de electores del PP, esta vez ni siquiera se ha conseguido arrastrar al grueso de los nacionalistas de Mallorca. Entre Més x Mallorca y el PI cosecharon en mayo de 2023 un total de casi 55.000 votos. Contando con que el domingo acudieran también votantes de otros partidos, podemos estimar que solo uno de cada diez electores nacionalistas de la Isla sintió la necesidad de movilizarse, lo que es muy escaso rédito para quienes creen que la situación es gravísima.
Por otra parte, se sumaron a la fiesta dirigentes y militantes del PSIB, encabezados por Francina Armengol, Iago Negueruela, José Hila y hasta Martí March. Hace falta tener cuajo para presentarse como indignados con las medidas del Govern quienes en 2022 habían pactado con la hoy presidenta Marga Prohens que en todos los centros educativos de Balears se impartiera docencia en castellano en un porcentaje del 25 por ciento. Comparar el impacto que habría tenido en el sistema educativo esa redacción inicial de la Llei d'Educació del conseller March con el Pla Pilot voluntari de Antoni Vera demuestra el supino cinismo de la tropa socialista.
En cuanto a la rebaja del catalán de requisito a mérito en determinados puestos de la Administración -especialmente, los sanitarios-, hay que aclarar que lo único que ha hecho el PP ha sido dar carta de naturaleza legal a aquello que el Pacte hacía a mansalva por la vía de la excepción, sin que ningún progre protestara por ello, ni siquiera los socios soberanistas de Armengol.
Con todo, ha nacido una estrella. Antoni Llabrés ha conseguido remover a más nacionalistas de los que en toda su existencia podrá convocar Lluís Apesteguia, quien debe comenzar a tentarse la ropa.
Llabrés usó la exacta dosis de demagogia que gusta a su parroquia y, por supuesto, hizo uso del epíteto de moda: Fascista. Si Prohens no le hace caso, es una fascista, i prou.
Porque el castellano es una lengua facha, mire usted por dónde, mientras que el catalán es progresista y de izquierdas, quién se lo iba a decir a mis antepasados cataliners.
De manera que quienes no comulgamos con ideologías a la siniestra, aunque hablemos, escribamos y pensemos en catalán, en realidad lo odiamos, porque añoramos a Franco y le ponemos cirios y todo.
Los mítines de perfil bajo son para elementos entregados a la causa, pero no solo no sirven para atraer nuevos ciudadanos hacia el aprendizaje y el uso social del catalán, sino que los espantan, ofenden gratuitamente y dividen a la sociedad.
Por cierto, la división ha llegado también al Consell Escolar de les Illes Balears, merced a propuestas de su presidenta, Pepita Costa, que en lugar de buscar consensos, sometió a votación un documento incendiario, aprobado a duras penas por las organizaciones afines a la izquierda, que cosechó casi un 44 por ciento de votos discrepantes. Un peligroso precedente.