Hoy no hablaré de lo mío, pero puede que sí de lo suyo. Entre mis escasas virtudes, que no vienen al caso, tengo la de poner la oreja a quien creo que tiene algo interesante que contarme. No se ría. No siempre es fácil escuchar. Conozco muchos idiotas. En fin. Que de un tiempo a esta parte, y superados sobradamente los cien días de cortesía que suele dar la oposición, cada vez escucho un mayor número de críticas, decepciones y frustraciones, de sectores afines a los que gobiernan por todas las Islas, por cómo les van las cosas después de que ganaran los suyos, entre comillas. Tomando un café, en una comida, durante un breve saludo de pie en plena calle, acumulo testimonios que afirman, con cierta inquina, aquello de que mejor me iba con los otros. Un comentario agridulce de aquellas órbitas peperas y liberales que generaron unas expectativas desproporcionadas en Prohens y sus muchachos para sacar las cosas adelante. No me equivoco si digo que seguramente no agradará semejante aviso, pero con el tiempo puede que se agradezca. Una vez más, se demuestra que no es lo mismo querer que poder y que gobernar no es tarea fácil. La burocracia y el exceso de celo complican los deseos. Para su tranquilidad le diré que, por lo general, los técnicos heredados tampoco ayudan demasiado. Estamos en el primer cuarto y todavía queda mucho partido.
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