El pasado día 24 de diciembre Inglaterra hizo una serie de declaraciones falsas a través de sus funcionarios sobre la supuesta propiedad del territorio del Esequibo por parte de Guayana, una afirmación teledirigida por EEUU, a pesar de existir documentos históricos que muestran a los ingleses reconociendo este territorio como de Venezuela. El Reino Unido, pirata usurero donde los haya -la prueba está en las Islas Malvinas, Gibraltar, etc.- envió un buque de guerra para proteger su soberanía,
Y ello, unido a que estos hechos, provocaciones claramente descaradas, han sido manifestados a través de un ‘terrorismo mediático a lo Hollywood' por los grandes y globalizados medios de prensa, radio o televisión. De hecho, han sido y son acompañados por acciones del Comando Sur de EEUU, con amplias muestras de apoyo a la explotación de las grandes riquezas en la Guayana Esequibo por parte de empresas estadounidenses al punto que los costos de la representación legal de Guayana son pagados por Exxon Mobil (EEUU).
Recordemos que estas provocaciones, máxime después del reciente compromiso histórico adquirido entre Venezuela y Guayana en las Granadinas de resolver sin injerencia extranjera y a través del dialogo y de forma pacífica este conflicto, lejos de ayudar a una solución negociada, tales e irresponsables ‘guerreristas' actitudes logran el efecto contrario. Los únicos beneficiados son los ‘usureros-piratas' de la modernidad, en este caso el Reino Unido y en mayor escala EEUU.
Para terminar nada mejor que recordar las sabias y justas reflexiones que el 5 de agosto de 1829 el libertador Simón Bolívar, haciendo gala de un poder de análisis y visión de futuro privilegiado afirmara: «Los Estados Unidos de América parecen destinados por la Providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad».
Más tarde, el apóstol José Martí, con conocimiento de causa, afirmó, refiriéndose al imperio yanqui, que «viví en el monstruo y le conozco las entrañas y mi honda es la de David».
Con estos y muchísimos más datos en la mano ¡Más claro ni el agua bendita!