La verdad es que no sé si yo hubiera podido tener puntería, porque jamás he tocado una escopeta o una pistola, ni siquiera de juguete, ni tirado con arco o lanzado dardos, cuchillos o simples piedras con la intención de acertarle a algo. Los tiros en fútbol y baloncesto no cuentan, porque a eso no se le llama puntería, aunque lo sea. Y no lo hice porque de todas las grandes virtudes de los héroes de mi infancia, quizá por la influencia de las pelis y novelas de oeste, la que más admiraba por encima de la astucia de Ulises, el raciocinio de Sherlock Holmes, el valor de los tres mosqueteros y los pies ligeros de Aquiles, superior a la inteligencia, el coraje y la fuerza, era precisamente la puntería de acertarle a un grano de uva (¡o de mostaza!) a un kilómetro de distancia, y mejor aún si a caballo. Hazaña colosal, pero totalmente inútil para alguien que jamás ha disparado ni siquiera un tirachinas, ni tiene intención de hacerlo. Todo niño sensato debe tener ideas y convicciones quiméricas, y la mía era que no hay talento comparable a tener una puntería extraordinaria, dar siempre en el blanco incluso a oscuras, incluso si no existe ningún blanco. Ciertos misticismos orientales van más lejos. El blanco debe brotar de súbito allá donde se clave la flecha. Eso es puntería, un don muy superior al viejo dicho de donde pone el ojo pone la bala. Algunas caballistas mongolas, arqueras sublimes, lo tenían, y yo llegué a convencerme muy pronto de que en esta vida todo es cuestión de tener o no tener puntería. Todavía lo creo, aunque por supuesto, jamás he comprobado si la tengo. Por algo será. Y tampoco sé para qué sirve acertarle a ese grano de uva, o de mostaza, a un kilómetro de distancia. Ahora bien, tiene que dar un gusto extraordinario, un gustazo de padre y muy señor mío, sin parangón en esta vida de penas y naderías. Supongo que de ahí, y no sólo de lecturas infantiles, viene mi preferencia por la puntería sobre todos los talentos humanos. Del gusto que debe dar. A estas alturas no es probable que yo tenga el don de la puntería, pero habría estado bien. ¿Y dónde apuntaría de haberlo tenido? Ah, no sé, eso es igual. Lo importante es acertar en algo distante.
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