L a Cumbre del Clima de Dubái ha actualizado la gran derivada del cambio climático, una evidencia científica negada, una y otra vez, por formaciones políticas conservadoras y por un reducido número de científicos, frente al alud de datos, variables, investigaciones y argumentos emanados desde la mayor parte de las universidades y centros de investigación de todo el mundo, incluido el Panel Internacional sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas, que inciden en el grave problema que ya se está generando.
En este contexto, el antropólogo económico Jason Hickel acaba de publicar en castellano un libro de interés en el panorama de la economía actual (Menos es más. Cómo el decrecimiento salvará al mundo, Capitán Swing, Madrid, 2023). Este trabajo fue considerado el libro del año por el Financial Times. Poca broma, por tanto. La aportación de Hickel es prolija, con gran cantidad de datos y evidencias sobre el colapso ecológico y la necesidad de replantearnos el concepto de crecimiento económico. En cualquier caso, exigiría comentarios extensos, de entre los que destacamos uno: reorientar nuestra visión sobre la evolución de la economía, excesivamente cuantitativa, y abogar por desarrollos más cualitativos. Todo con la pretensión de rebajar el consumo de combustibles fósiles y preservar activos centrales del capital natural planetario: bosques, selvas, océanos, ríos, tierras, aire.
El tema no es nuevo. En 1972 se publicó el primer Informe Meadows, que instaba a repensar el crecimiento económico –abogando por el crecimiento cero–, y atendía a las consecuencias que ya se determinaban en el planeta por la acción económica del hombre y, sobre todo, por la voracidad en el consumo de combustibles fósiles. Este trabajo, coordinado por la bióloga Donatella Meadows, del MIT, exponía diferentes posibles escenarios a partir de la simulación informática del programa World3.
Advertía que, incluso en el menos lesivo, era imperioso trabajar en una nueva dirección en la economía, para evitar dos consecuencias: el aumento de la contaminación atmosférica y la acumulación imparable de residuos. La tesis del equipo de Meadows se calificó como neomalthusiana, al establecer relaciones directas entre crecimiento económico, avance demográfico e impacto ecológico. Una progresión geométrica en la población que no se correspondía con la existencia de unos recursos escasos, no renovables y, por tanto, finitos (Donatella Meadows et alter, Los límites del crecimiento, Aguilar, Madrid, reedición de 2012).
Un torpedo en la línea de flotación de la ortodoxia económica que, poco después de la publicación del texto, se concentraba en rebatir las políticas keynesianas. Oportunidad de oro para los monetaristas. Nacía un nuevo marco, la era neoliberal, que recuperaba liturgias fallidas del patrón-oro, emergía con fuerza, y suponía un estímulo para la economía más desarrollista en el plano físico, haciendo caso omiso a las contribuciones recogidas por el equipo de científicos dirigidos por Meadows. La cumbre de Dubái remite a todo ello. Y nos recuerda, una vez más, que el tiempo se agota. Urgen transformaciones, más allá de la retórica.