En solo un mes, la entidad sionista ocupante de Palestina ha matado a más de 10.000 palestinos, 4.000 de ellos niños, además de los detenidos y asesinados en Cisjordania. Incluso hemos escuchado a un ministro sionista hablar de lanzar una bomba atómica sobre Gaza. Pero no son solo bombas, es también el atroz sufrimiento de quien va a morir lentamente, de sed, de hambre, por la falta de higiene, de agua potable, de hospitales que funcionen, por heridas de todo tipo, incluidas las de fósforo blanco prohibido internacionalmente.
Al grito de «no en mi nombre», miles de judíos se manifiestan y dejan claro que el sionismo no los representa. Iniciativas, como la de los estibadores de los puertos de Valencia y Barcelona que se niegan a cargar barcos que lleven armamento o el boicot a las marcas industriales y de servicios que dan apoyo a la entidad sionista ocupante, complementan las masivas manifestaciones en todo el mundo, llenas de jóvenes que sí se están implicando en las acciones para denunciar y detener este crimen histórico contra el pueblo palestino.
Mientras, las potencias occidentales, incluida la Unión Europea, en este momento presidida por España, apoyan de hecho a la entidad sionista ocupante: no hay sanciones oficiales, ni embargo de armamento, ni ruptura de relaciones diplomáticas ni aislamiento internacional ni nada que se parezca a las medidas tomadas contra otros. ¿Dejarán, otra vez, que el sionismo mate o expulse a los 2 millones de personas prisioneras en Gaza?