Se veía venir. El PP de Cort quiere acabar con la gratuidad de los autobuses de la EMT a partir de enero para los residentes. Finaliza este dulce paréntesis en el que muchos palmesanos dejaron aparcados sus vehículos de explosión y contaminación y optaron por el transporte público. Y no era por el dinero que se ahorraban, sino porque sintieron que se valoraba su decisión de contribuir a una ciudad más limpia y menos ruidosa. Pero junto a los concienciados, la clave es que la medida favorece a los pobres, los que no pueden acceder a un coche y los gastos que comporta. Ellos también se han sentido reconocidos al ver que Cort pensaba en sus problemas y les consideraba ciudadanos de primera categoría.
El PP de Cort es realista. Ve que la situación interna de la EMT está mal, con bajas laborales por depresión, con falta de personal… y que hacen falta más recursos. Tratan así de demostrar que volver al pago obligatorio para los residentes es un asunto de necesidad y no de pura y sacrosanta codicia. Pero claro, es el mismo partido que elimina el impuesto de sucesiones o limita al máximo el de donaciones. Es decir, el que da todas las ventajas posibles a los que gozan de propiedades y por otro lado araña hasta el último céntimo a los que viven de alquiler.
En Madrid, la actual doctrina oficial popular proclama a bombo y platillo que son el partido de la igualdad. Pero aquí pronto tendremos a los ricos pagando menos y a los pobres abonando más. Hasta un simple billete de autobús sirve para mostrar que esta engañosa bandera igualitarista es falsa. Sin justicia, no hay igualdad posible. Y la justicia es tratar desigualmente a los desiguales. Y este trato desigual comienza con el transporte público, que transporta la convivencia y la solidaridad de una punta a otra de Palma. Es así, y no pidiendo más dinero a los desheredados, como se construye una sociedad de libres e iguales.