El socialista palmesano Miquel Rigo Ferrer es el ejemplo de fe en la victoria de los antifascistas en la Batalla de Mallorca: «Los milicianos nunca nos sentimos derrotados. No hubiéramos querido reembarcar en caso de saber que abandonábamos Mallorca. Nos engañaron». Fue uno de los 150 mallorquines que desembarcaron en la Isla con la expedición catalana del capitán Bayo el 16 de agosto de 1936 y se retiraron el 4 de septiembre. Aunque, en su opinión, aquella operación fue «un acto suicida de aficionados», asegura que sus compañeros mantenían la moral alta y hubieran luchado hasta el final.
Cuando se proclamó el golpe militar, Miquel vivía en La Soledat y era un obrero metalúrgico de 26 años afiliado a la UGT y al PSOE. Su nombre ya era conocido en la Isla porque sobrevivió milagrosamente junto a su mujer de un atentado fascista en la Casa del Pueblo de Palma el 4 de junio de 1936. Una bomba dejó cinco heridos y su esposa, Reyes Díaz, fue la que salió peor parada.
El destino les sonrió un mes después porque el golpe les cogió en el barco rumbo a Barcelona. Formaban parte del grupo de 600 mallorquines que iban a asistir a la Olimpiada Popular de la ciudad condal y gracias a ello pudieron desembarcar en zona republicana. Se libraron así de una muerte segura porque Mallorca estaba bajo control golpista. La pareja se instaló en Cataluña, pero Miquel aprovechó la oportunidad de volver a la isla como miliciano de la centuria mallorquina de la expedición de Bayo. Tras una breve instrucción de tres días en Menorca, le dieron un fusil y ocupó un puesto en el frente de Son Carrió, en Sant Llorenç des Cardassar, justo el centro del campo de batalla.
Su testimonio sobre aquel trascendental episodio ha quedado bien recogido gracias a las entrevistas de los historiadores Jean Schalekamp y Llorenç Capellà. El miliciano Rigo no escatima en críticas hacia sus compañeros: «Aquella tropa pensaba que había llegado al paraíso. Se fueron a bares y cafés, a comer y beber, y a tirarse a la playa, a tomar el sol y todo eso. No hubo ninguna disciplina». Critica mucho a los anarquistas y cuenta una anécdota sobre el jefe de la columna de la CNT: «Para dar coraje a sus hombres, se ponía de pie encima de la pared de piedras que nos servía de protección, como trinchera. Yo le dije: ‘Hombre, eso es una temeridad'. Y él me contestó: ‘Qué va, hombre, a mí no me hieren las balas». Poco después, recibió un tiro en el pecho. Se trata de Manuel Lecha, conocido como ‘El artillero' porque fue él quien disparó el cañón que rindió Capitanía y al general Goded en Barcelona. La herida fue grave, pero se recuperaría en un hospital en Menorca.
El 3 de septiembre recibieron la orden de reembarcar con el pretexto de que Palma se había rendido. Todo fue una argucia porque, de saber la verdad, muchos hubieran desobedecido. Un total de 5.000 milicianos se retiraron en orden en solo una noche. En su opinión, «aquello puede que fuera la operación más perfecta de toda la guerra».
Rigo lucharía después en los frentes de Madrid y Aragón. Sobrevivió a la guerra y regresó a Mallorca en 1942. Durante la dictadura, colaboró con el PCE clandestino. Murió en Palma en 1989.