Doctores tiene la Iglesia y juristas el Gobierno dispuestos a reinterpretar la Constitución en la dirección que le permita a Pedro Sánchez obtener los votos de Junts, el partido de Puigdemont, para la investidura.
Vaya por delante que creo que ninguna ley es inamovible, tampoco la Constitución y por tanto es susceptible de reformas, eso sí siempre por consenso. Pero lo que no es admisible es que, si hay que modificar una ley, y más si se trata de la Constitución, sea en beneficio de la ambición de un gobernante, en este caso de Pedro Sánchez. El trabajo de los políticos de bien no es otro que buscar respuestas a los problemas en beneficio de toda la sociedad y no de sí mismos y de sus ambiciones.
De manera que los ciudadanos estamos asistiendo a un espectáculo deplorable en el que, quienes deberían de ser garantes de la Constitución, están dispuestos a su voladura controlada con tal de seguir en el poder.
Dar cobijo a la amnistía a petición del señor Puigdemont es reconocer que el nuestro no es un Estado de Derecho, y justificar por tanto que tenían razón quienes intentaron un golpe de Estado. Puede ser irremediable el daño que puede provocar Pedro Sánchez y quienes le secundan, ministros, diputados, juristas de su cuerda, etc., poniendo en marcha interpretaciones torticeras de la Constitución para premiar a quienes se alzaron contra la legalidad.
Hay una enfermedad que padecen muchos y es la de estar en el Poder. Ningún Presidente democrático ha dividido tanto a los ciudadanos como Pedro Sánchez. Lo que me sorprende es que nadie entre los suyos se atreva a decirle que el fin, o sea que el siga en el poder, no justifica los medios que está dispuesto a utilizar, modificar la Constitución o retorcer la ley para dar cabida a la amnistía. Eso no sería reinterpretar la Constitución, sería apuñalarla.