Es complicado escribir sobre alguien a quien no conoces. Alguien que no te cae bien ni mal. Hasta hace pocos días, hubiese sabido decir bien poco sobre Cristina Pedroche. Sin embargo, las redes sociales han hablado mucho de ella. Ha desatado una oleada de comentarios que me han llamado la atención. Concretemos: Cristina Pedroche ha tenido un hijo. A las pocas semanas de parir aparecen unas fotografías suyas en las que su vientre luce plano y su cuerpo estupendo. Entonces comienza el tiroteo. Se ha recuperado tan fácilmente del parto porque tiene quien le cuida a su bebé, porque es rica y puede pagarse un entrenador personal, porque tiene toda la ayuda del mundo, ergo es una mala madre. Por supuesto, la gran mayoría de esos comentarios los hacen otras mujeres.
Mujeres que asocian la maternidad al abandono físico de una misma, a la desaparición de la mujer a favor de la madre (como si sentirse mujer y madre fuese incompatible por completo). Mujeres que relacionan ser madre con dejar de sentirse atractivas para convertirse en alguien que no tiene otra voluntad que cambiar pañales.
La polémica me indigna. Para nuestra sociedad (tan avanzada), parir es olvidarse de una misma. Ser padre es otra cosa, por supuesto. Los padres siguen siendo hombres con sus trabajos, aficiones y deseos. No pasa nada.
La maternidad es, sin duda, maravillosa. Un hijo deseado es lo mejor que nos ha pasado a muchas mujeres en la vida, pero no significa dejar de ser quien eres. Cuando las mujeres critican a otras mujeres de forma tan absurda, me indigno. Hace tiempo que abogo por la complicidad y la unión entre las mujeres. Juntas lo podemos conseguir casi todo.
Sinceramente, me gustan las mujeres empoderadas, fuertes, voluntariosas, que ambicionan el triunfo en los diferentes ámbitos de su vida. Triunfar puede querer decir muchas cosas, como alcanzar la plenitud, el bienestar, o el éxito… según sea el caso.
Las mujeres que ponen verde a Cristina Pedroche quizás solo la envidian. Envidian que es guapa, tiene un trabajo que le gusta, una pareja, dinero y fama. Es peligroso porque la envidia destruye a quien la siente.