La última entrega puntuable de la campaña se produjo en el debate ‘a tres' televisado el miércoles pasado por la noche. Pólvora mojada. Sabíamos de antemano que los tres (Sánchez, Yolanda, Abascal) iban de perdedores. Lo que no sabíamos es que fueran tan aburridos. Si levantaron de los asientos a alguien fue para cambiar de canal.
Solamente los muy cafeteros reparamos en los ingredientes de un análisis que certifica el escaso impacto de este debate en el ánimo del votante. Por ejemplo, que el presidente recuperó ante Abascal el sosiego perdido ante Feijóo en el ‘cara a cara' de Antena 3. Cierto. El líder de Vox estuvo inesperadamente templado. Más que miedo, dio penita, escribe Soto Ivars, un virtuoso de la oralidad literaria. El peligroso ultraderechista quedó a la zaga de la agresividad que el líder del PP (ausente el debate a tres) había mostrado en el cruce titular-aspirante del 10 de julio.
Irrelevante, asimismo, el dos por uno Sánchez-Yolanda, en la relación de fuerzas entre el bloque de las derechas (PP-Vox) y el de las izquierdas (PSOE-Sumar). Si acaso, los pellizcos de monja de vicepresidenta a presidente, inspirados en el no-somos-lo-mismo, pudieron movilizar a los indolentes exvotantes de Podemos. A estas alturas de la película es pólvora mojada reclamar a Sánchez la reducción de la jornada laboral o advertirle de que Sumar no apoyará subir la edad de jubilación.
Algunos analistas descifraron la cita televisada del miércoles por la noche como una lucha por el tercer puesto en el recuento del domingo (ya queda poco). Pero eso también era jugar de antemano con pólvora mojada porque solo tenía sentido si movilizaba al votante propio. Para que el domingo no vote a Sánchez, en el caso de Yolanda. Para que no vote a Feijóo en el caso de Abascal.
Si a todo lo dicho añadimos que los problemas reales de la España cotidiana no aparecieron en el debate, y los que aparecieron llegaban manidos y enredados en los bucles de la campaña , se entenderá que el debate del miércoles no respondió a las expectativas.