Me ha resultado estimulante la lectura de El acomodador, de Enrique Lázaro, un autor casi secreto pese a sus más de 10.000 artículos publicados en Ultima Hora. Si cambian de página, lo encontrarán ahí, donde siempre, con esas gafas que nos llevan a pensar en un espía de la antigua Unión Soviética. El acomodador, publicado en 1998 por NH Hoteles, presenta un ramillete de cuentos extraños, sugerentes, que adquirí por 0,50 euros en el rastro Remar de la calle Aragón.
Todo un hallazgo. En una entrevista reciente, Lázaro, tras ser preguntado por la posibilidad de escribir una novela, afirmaba que a estas alturas de la vida solo aspiraba a escribir párrafos, ni siquiera cuentos. Un tipo curioso, como de otra época. Alguien que sobrevivió a la avalancha de lo digital y a su trabajo en Mercapalma gracias a su sentido del humor y al hecho de ser capaz de pensar con las manos.
En la misma entrevista, Lázaro aseguraba no tener móvil, no haber entrado nunca a Twitter o Facebook. Mientras tecleo esta frase, una pregunta sobrevuela mi cabeza. ¿Es posible que sienta envidia?