Al mundo que nos ha tocado vivir, que puede ser tan interesante por tantas cosas, por algunos acontecimientos que nos ocurren aquí y ahora podría llegar a pensarse sensatamente que está loco. Porque, sin la más mínima voluntad, ni posibilidad, de ser exhaustivos, podemos señalar un sinnúmero de hechos y situaciones que no son sino signos de ello. Es ésta una época interesante para observadores curiosos y psiquiatras. Pero al común de los mortales puede resultarles alucinante, indeseable e insoportable. El sabio ya lo afirmó: «¡Dios nos libre de épocas interesantes!». Son tan interesantes como peligrosas… Veamos algunos síntomas. A buen seguro que no hay otro país en el mundo cuya lengua constitucionalmente oficial, que además es una de las más habladas del mundo, no pueda ser usada, sin problemas, para la enseñanza en toda España.
Que sea sustituida, en algunas regiones, por lenguas minoritarias (que algunos llaman minorizadas para culpabilizar a alguien de su situación). Lo que además de constituir un déficit educativo y en la capacidad comunicativa, que de modo evidente fomentan los separatismos regionales disolventes, como explica el profesor argentino Marcelo Gullo en su obra Madre patria donde cuenta que «durante toda su vida, Manuel Ugarte insistió en que se debía escribir y estudiar solo en castellano (lengua española), porque era consciente de que la fragmentación lingüística precedía a la balcanización política y que de buenas intenciones está hecho el camino del infierno...», «La fragmentación es una herramienta de potencias hegemónicas para romper la unidad de los otros». La pluralidad lingüística es el antecedente natural a la división de las naciones.
Siendo curioso que no exista ninguna convulsión social ante esta situación. Al revés, se viste como de algo deseable y positivo. Y como tal lo traga la ciudadanía... España se ha convertido en un país anormal gobernado por políticos anormales, tanto del PP como del PSOE. Porque no han defendido suficientemente la integridad del país que se les ha confiado gobernar. País cuyo nombre propio les cuesta pronunciar y cuya bandera les cuesta desplegar. Cuéntenlo a franceses, británicos o alemanes. No van a dar crédito a sus palabras. Es que es increíble. Pero nadie va a romper ninguna lanza a mi favor ni en contra. Pues, vigente la cultura woke, con quien se discrepa no se habla, se cancela y causa finita.