Hace unas semanas les decía que más pronto que tarde tendremos que colgar en Mallorca el cartel de ‘no hay entradas'. O sea, no más construcción sin destrucción, no más coches de alquiler, no más vuelos, no más turistas, no más cruceros, etc., etc. Pero a esta crisis que ya tenemos encima, hemos de añadir la necesaria lucha para paliar el cambio climático que está ya presente como una amenazante realidad.
Los hay previsores. El gobierno de Kiribati, un pequeño país insular en el Pacífico con una altura máxima de 80 metros, hace ya tiempo que compró unos extensos terrenos en Fiji por si había que evacuar a toda la población por la subida del nivel del mar.
¿Nos quedaremos aquí sin las mejores playas? ¿Y si las temperaturas insufribles de este verano se hacen habituales o, peor aún, van escalando? Los cambios que duraban siglos ahora se aceleran en cuestión de años. Ya está gravitando sobre nuestra vida y si no hacemos algo ahora mismo, podemos acabar como los famosos pollos al ast.
Ahora que el fuerte calor se ha esfumado y que la mayoría de los turistas están de vuelta en sus países de origen, no vayamos a olvidarnos del desastre que hemos vivido ni de lo que tenemos que hacer.
La saturación del turismo, el cambio climático y las consecuencias de la crisis energética dibujan un panorama preocupante. Como esa plaqueta que hemos visto en los rodajes de las películas, lo que necesitamos es que alguien grite ‘Acción' y se pongan en marcha todos aquellos que tienen que actuar.
Si hay que ahorrar energía habrá menos vuelos. Los combustibles fósiles irán desapareciendo así que habrá que cambiar la flota de vehículos y el sistema de transporte con enorme coste. Si las temperaturas suben, es posible que una buena parte de los turistas prefieran otros lugares más frescos. Destinos que ahora no compiten con nuestras islas pueden convertirse en muy atractivos, como Galicia o Asturias y a la larga, los países escandinavos. Hay que tener en cuenta que la temperatura del agua del Atlántico también subirá.
Inverosímil me dirán algunos, el Mediterráneo tiene un encanto inigualable. Es indiscutible, pero yo no me quedaría sentado a ver qué pasa. ¡Acción!