La otra noche tuve un sueño muy pretencioso, no me lo esperaba de mí. Soñé que formulaba una larga ecuación matemática que sólo podía ser escrita en una cinta de Moebius, que es una superficie con una sola cara y un solo borde. Parece un lacito, pero con mucha más calidad topológica. Si no saben qué es una cinta de Moebius, búsquenla en su móvil, porque no tengo tiempo de explicárselo. El caso es que esta ecuación tiene que retorcerse en una superficie bidimensional antes de morderse la cola tridimensional, única forma de que encajen cifras y signos.
El signo pi, el signo psi, el signo igual, etcétera. La estaba escribiendo trabajosamente a la luz de una lamparilla verde, con lápiz por si había que corregir algún error, y al principio catalogué este sueño como de monstruos (la variedad más frecuente), pero con muchas ínfulas intelectuales. Muy pretencioso, aunque cualquiera sabe qué pretendía el capullo de mi inconsciente. Puesto que en el sueño aún no había terminado la ecuación, ignoraba de qué iba el asunto, al parecer enormemente matemático. Eso sí, dadas las características espaciales de la cinta de Moebius, supuse que se estaría generando una seria inflamación en el yin y el yang. No, tampoco tengo tiempo de explicar esto. El taoísmo es más pesado que las matemáticas, y tendría que echar mano de la dualidad de Poincaré, y también del principio de complementariedad de Bohr, básico en mecánica cuántica y que él resumió en el lema Contraria sunt complementa, con gran fastidio del propio Einstein.
Al artista y grabador M. C. Escher le habría encantado este sueño (debía soñar cosas parecidas a menudo), pero en mi caso era una fanfarronada indigna de mí, porque la verdad es que no entendía nada de lo que estoy contando. De lo que estaba soñando, en fin. Me falta talento para sueños tan intelectuales y menos mal que era una cinta de Moebius y no una botella de Klein, artefacto topológico que no tiene interior ni exterior, porque quién sabe qué pasaría entonces con el yin y el yang. Prefiero soñar con monstruos normales, de pesadilla corriente. Desperté avergonzado de mi pretenciosidad inconsciente y eso que no había nada erótico en el puto sueño.