Realmente sofocante, la ola de información climática que sufrimos la semana pasada acerca de la ola de calor. Era más tórrido escuchar los telediarios que echar una carrera por la ciudad a mediodía; si por ejemplo estábamos a 33º, que no es moco de pavo, la sensación térmica que provocaban los informativos del tiempo, algunos de tres cuartos de hora de duración y plagados de alarmas naranja, rojas o negras (alarmas carbonizadas) era de 40º, esa cifra emblemática que marca la temperatura del infierno. La que hace que una ola de calor sea tal, y por tanto, una noticia de extrema actualidad.
Y desde luego, mucho más calurosa que el calor en sí, sobre todo cuando reporteros muy intrépidos, en diversas ciudades o playas españolas, preguntan a desprevenidos viandantes si tienen calor. «Sí, mucho», replican sudorosos. «¿Y duerme usted?», insiste el maleducado informador. «No, nada», suspira la pobre señora así acosada. Y a los cinco minutos, tras más comentarios sobre temperaturas elevadas, otra tanda de entrevistas. En serio, ya no sabe uno cómo explicarles (cada verano igual) que no es noticia que en verano haga mucho calor. Ya nos habíamos dado cuenta; no hace falta que estén todo el día dando la tabarra con el calor que hace. Sabemos que hace calor; estamos al cabo de la calle. Los viejos incluso recordamos cuando 30º era la cifra icónica; ahora son 40º. Y como tras una ola viene otra ola (de agua, de calor, de información recalentada), y el verano no ha hecho más que empezar, yo rogaría a nuestros informativos que no se sorprendieran, y sobre todo, que no nos acaloren más con imágenes de gente chapoteando en las fuentes públicas, termómetros urbanos marcando 40º y entrevistas a gente acalorada.
Eso no es información, es sensacionalismo térmico, y no sólo incrementa las altas temperaturas, sino la irritación que tal sofoco conlleva. La famosa salud mental, en fin. Con que la presentadora o presentador del telediario, antes de empezar las noticas de la jornada, lance un simpático «Uff, qué calor…», nos damos por enterados y a otra cosa, mariposa. Lo digo porque aún nos quedan largos meses de sucesivas olas de calor, y no aguantaremos tamaña cobertura mediática.