La cultura judeo cristiana nos ha educado en la culpa. Hay que desaprender. Repartir culpas es propio de mediocres. Hay que analizar errores, asumirlos, aprender y levantarse con más fuerza. En este país se da la paradoja que las empresas no encuentran trabajadores y tenemos la tasa de paro entre las más altas de Europa. El Gobierno en su habitual incompetencia culpa a la coyuntura y la vivienda. Falso. La cuestión es multifactorial. La educación actual propicia la perdida de los valores de la disciplina y el esfuerzo.
Los padres educamos a nuestros hijos con un perfil de exigencia ínfimo, generamos un umbral de frustración tan bajo, que los hijos deben acudir a los psicólogos por cualquier contingencia. No enseñamos resiliencia. Hemos creado iconos con un nivel de indigencia moral y cultural abrumadora. No hay cultura de lucha por objetivos acordes con nuestra inteligencia y posición social. Estamos desclasando los niños de pequeños, generando expectativas por encima de sus posibilidades.
Los Gobiernos han desarrollado planes de estudio más acordes con la ideologización que la realidad del mundo actual. Lo efímero, trivial, superficial, sazonado con la tele basura y redes sociales infectas, han sustituido el estudio, la lectura, el análisis y la crítica como postulado intelectual. La cultura del subsidio del mal entendido estado de bienestar, es una factoría que genera desmotivación. Para que trabajar si papá Estado nos mantiene. Hay que ayudar a los necesitados, pero con rigor y exigencia. Esto lo piensa la mayoría, pero los gobiernos en su estrategia de hipocresía, falta de rigor y hambre de votos lo ignoran.