Hay docenas de pelis sobre el asunto, y es cosa muy sabida que el pasado siempre regresa, ya en forma de fantasmas, de papeles comprometedores, de corazones rotos o, modernamente, de audios. Si el pasado es turbio y cochambroso, asqueroso incluso, está demostrado que regresa más rápido, una y otra vez, sin pausa ni remedio, ágil como un tentetieso. Sí, estamos hablando del PP, y sobre todo, del PP madrileño, otra vez triturado por la nueva avalancha de audios pretéritos. Con Villarejo, con Cospedal, con Aguirre… Con los de siempre, en fin, y es asombroso comprobar cómo nadie en ese partido ha aprendido nada en diez años, menos aún los líderes, que ni siquiera saben defenderse con un mínimo decoro de los demoledores ataques, cada vez más agresivos, de su nefasto pasado.
Y no es que no hayan tenido tiempo para aprender, para construir relatos, inventar réplicas y urdir toda clase de artimañas a fin de mantener el tipo, porque diez años dan para mucho. En diez años se pueden cursar dos o tres carreras universitarias, según si son de las facilitas o de las más difíciles, con o sin los correspondientes másteres, y sobra tiempo para disfrutar las alegrías del estudiante. Pues nada, que no aprenden nada, no hay manera. Rajoy ni se dio por enterado, y sólo cuando aquella moción de censura le sacó a empellones del Gobierno, frunció el ceño y puso cara de extrañeza, como si no entendiese qué le estaba pasando. Casado, simplemente se negó a comentar el pasado. «Es pasado», insistía, «Cosas que ni me van ni me vienen». ¡Y eso mientras el pasado, de candente actualidad, se desplomaba a diario sobre su cabeza!
Feijóo, que parecía más listo, a este mismo mensaje añade su característica displicencia. «Si alguien quiere traer a colación grabaciones de hace una década…», comenta con desdén. Nada, que no aprenden. Ni en una década ni en diez. Y eso que en el PP hay maestros en tirar la piedra y esconder la mano, habilidad propia de los que saben nadar y guardar la ropa, y además, poseen lujosos estuches de diversas varas de medir. Con incrustaciones de nácar, de los caros. Desde luego, no seré yo quien les explique cómo defenderse del sucio pasado que retorna. Una y otra vez.