Hay novelas fáciles de leer pero que, después, te dejan mucho tiempo pensando y obligan a hacerte preguntas. Algo así ocurre con La última noche de Libertad Guerra (Planeta, 2022) de Leandro Pérez, que además es periodista. Su planteamiento (el de la novela) es el siguiente: ha triunfado el golpe de Estado del 23-F de 1981; durante el asalto al Congreso han matado a Suárez, Carrillo y Gutiérrez Mellado –que no se tiraron al suelo– y también han asesinado al rey durante la toma del Palacio de la Zarzuela por la Acorazada Brunete.
Una periodista del diario Pueblo, Libertad Guerra, va contándolo mientras ocurre. Sin destripar nada, hay algo que da que pensar en esa novela. Lo que más lleva a la reflexión y que –indudablemente– te deja un poso de tristeza es que pocos días después del Golpe (y de que se haya instaurado una dictadura donde Milans del Bosch es el nuevo Generalísimo) la España de 1981 no se diferencia nada de la España de la posguerra y de los años siguientes a 1939. Todo ha vuelto otra vez, en cuestión de días, al blanco y negro; la mayoría de la gente se ha adaptado a la nueva situación y (pese a las heroicidades individuales de toda historia), calla y sobrevive como puede.
El ser humano, y de eso hay pocas dudas, parece adaptarse al día a día. No hace falta una ucronía como la de La última noche... para comprobarlo. Basta el día a día. Nada está asegurado y todo puede cambiar de la noche a la mañana. Se ha visto con el regreso de los talibanes: otra vez las mujeres han perdido sus derechos y son invisibilizadas. Y tampoco cuesta imaginar qué sucedería con el triunfo de la ultraderecha: está ocurriendo ante nuestros ojos y se ve lo que pasa allá donde influye en los gobiernos. El rasgo del Homo Sapiens es su capacidad de adaptación. Y por eso aguanta. Sí, a veces hay que tragar. Pero sólo hasta cierto punto.