No estoy muy seguro de qué significa armonía, pero parece algo musical, algo bueno. Una especie de equilibrio entre las partes de un todo, una cuestión de proporciones. A veces resulta ser simetría, o incluso monotonía, porque la palabra equilibrio sirve para todo, todo tiene que estar equilibrado (equilibrio presupuestario, mantener el equilibrio, equilibrio de fuerzas), y quien más quien menos es equilibrista. No había pensado nunca en la armonía del conjunto, hasta que el otro día lavándome las manos en el lavabo, observé en el espejo que no tengo las cejas blancas. Me decepcionó. Es muy fastidioso no tener las cejas blancas, pensé, cuando todo lo demás alrededor, cabello, barba, bigote, hace años que es blanco como la nieve recién pisoteada. No por nada, sino para que haga juego con el conjunto. Ahí me fijé por primera vez en la importancia de la armonía, de la que efectivamente carezco. Resulta que no soy armonioso, y por culpa de las jodidas cejas, que van a la suya y siguen aún de color parduzco. Cuatro pelillos blancos aquí y allá, un quiero y no puedo. Autodeterminación capilar. A cierta edad, toda la anatomía se desordena, qué remedio, pero esa tontería de la cejas… Es irritante. Nunca me ha interesado lo más mínimo mi aspecto, me trae sin cuidado, y mis cejas ya ni te cuento.
Jamás las había visto, ignoraba de qué color eran. Pero esas pretensiones juveniles, y su resistencia a deshilacharse y encanecer, me parecieron ridículas. Y rompen la armonía del conjunto; una armonía cochambrosa, pero armónica. Lo cual ya es un problema filosófico. Las fruncí un poco para que entrasen en razón, pero nada. Sólo se enmarañaron, como las ideas, pero no se decoloraron. No se parecen a las de Santa Claus, por ejemplo, que es lo que deberían hacer por respeto al resto de pilosidades de mi cabeza.
A la mierda la armonía del conjunto. Que por cierto es el secreto del arte y la literatura, no sólo del equilibrio presupuestario. A veces he creído conseguir ese prodigio en algún párrafo, salvo por las cejas según descubro ahora. Así que era eso, las putas cejas. Acabé de lavarme las manos y las dejé por imposibles. Que tengan el color que les dé la gana. Allá ellas.