Llevaba todo el día soportando conversaciones sobre los abusos que actualmente (?) llevan a cabo los bancos, especialmente con la población de más edad. Escuché a ancianos y jubilados multiplicar sus quejas ante su situación de indefensión. No son atendidos como debieran y, por si ello fuera poco, se les hace pagar unas comisiones teóricamente justificadas en gastos de mantenimiento muy altos. Discutible. El Banco de España –y lo siguiente no afecta tan sólo a la gente mayor– recoge hasta 44 comisiones que cobran los bancos en España por prestar servicios a sus clientes.
Unos pagos que deben justificarse por una contraprestación y que al estar liberalizados cada entidad puede fijarlos a su antojo. Se puede decir que el pago de comisiones es uno de los pilares del negocio bancario. Europa manda y al imponer el BCE el aumento de las comisiones a fin de obtener ingresos ante la caída del margen financiero, pues ya está. En resumidas cuentas, tanta cháchara acerca del encarecimiento de los servicios bancarios y, por añadidura, su nula cortesía a la hora de servirlos, me indujo un sueño enorme, e hice lo que casi nunca suelo: dormir entre horas.
Llegué a casa a media tarde y me dejé seducir por la cama bien dispuesta. Como si se tratara de un gran cartel publicitario, en mi ensoñación se dibujó, las cinco claves del gran golpe de la banca: A) Se hinchan los precios de las viviendas, tasándolos al alza; B) Se conceden hipotecas a fin de pagar unos precios desmesurados que originan la conocida burbuja; C) Estalla la burbuja y la gente tiene que apechugar con pisos que valen la mitad de su hipoteca; D) El banco vuelve a tasar, en esta ocasión a la baja, lo que en definitiva le lleva a quedarse con las viviendas de morosos y avaladores; E) Finalmente, los bancos han multiplicado sus propiedades y, por añadidura, el Gobierno de turno les inyecta fondos públicos. Horrible final.