Vengo observando desde hace un cierto tiempo un fenómeno que me llama poderosamente la atención: la falta de inmadurez afectiva en hombres jóvenes, que van de los veintitantos años en adelante, que no saben gestionar de forma sana el mundo de las emociones.
Vivimos en una época de intensa incultura afectiva en el hombre (que no en la mujer), que se manifiesta de modos muy diversos: infidelidad de muchas parejas, consumo de sucedáneo sentimentaloides, amores ficticios, relaciones frágiles, rupturas traumáticas y mucho desamor. La educación sentimental es una pieza clave de la cultura. Difícilmente una persona podrá alcanzar un adecuado desarrollo psicológico si no sabe educar y enfocar de forma sana los sentimientos. Esta es una época en que todo es ligero, sin calorías.
El hedonismo, y la permisividad se sitúan en primer plano: el placer y todo vale. Y de ahí se desprenden, el consumismo y el relativismo. Un ser humano de poco valor, que termina cayendo sin darse cuenta en un gran vacío interior, sin moral, sin valores. La persona verdadera necesita un amor auténtico.