El bien común siempre fue un deseo de los pequeños grupos humanos, ampliándose tanto como para formar pueblos con familias distintas que se conocían y se ayudaban para cualquier menester, todos necesitados de ayuda. Terminado el tajo, los hombres iban al café; las mujeres con sillas en la calle, disfrutando del aire fresco bajo la noche estrellada.
Esas agrupaciones de gente eran felices a pesar del duro trabajo agrícola, bajo la lluvia o el sol, sin la tecnología de hoy, con herramientas hechas a mano, adecuadas para cada labor. Se labraba, se sembraba; con la hoz cortaban trigo y alfalfa, haciendo canaletas para regar con agua de los pozos. Las mujeres recogían aceituna, algarroba, fruta, etc. Más vale ir despacio, sin correr, con tiempo para oler frutos, contemplar los campos, comer y parar... que ser rico, no levantar cabeza, ni poder contemplar las horas de sol al atardecer. Lejos de la naturaleza.
La faena debe realizarse al ritmo del cuerpo, sin forzarlo, ni gastarlo demasiado rápido. Pero ahora podemos consumir, comprar online, sin movernos, ni cansarnos; todo nos lo traen a casa, sólo tenemos que estar ahí y esperar, sin abandonar el ordenador. Hacemos cualquier cosa sin levantarnos de la silla, sin ver la calle y fastidiando la espalda. Pasadas las ocho van rapidito a casa, a dar cenas y baños a niños, siempre con prisas, y más prisas; queremos hacer dos cosas a la vez, qué mayormente salen mal. Vivimos sin vivir, una existencia poco humana, sin alegría ni buen humor.
Somos diferentes al resto del mundo, por desgracia: los únicos con jornada laboral de ocho horas, pero con el rendimiento más bajo de Europa. Ellos se afanan de ocho de la mañana a seis de la tarde, o menos. Ellos hacen cundir las horas, un café y al lavabo. Al salir van al gimnasio o al cine. Cenan pronto y luego van a pasear, no llegan a casa reventados. Juegan o hablan con la familia, se sienten alegres y vivos.
Hace siglos que los empresarios occidentales y asiáticos trabajan el mismo horario. Y en Japón se ha prohibido hacer jornadas nocturnas. Apagan la central eléctrica: ordenadores, ascensores... En fin, todo y salen pitando. En Alemania, Holanda..- casi todos tienen horarios flexibles, cumplen lo pactado y punto. También hacen horas a cuenta de los enfermos. Si desean tener más vacaciones, las alargan o las juntan para otro año.