L a gente de Son Roca ha tenido que manifestarse para exigir el cierre del centro de menores ubicado en la zona, después de que uno de los jóvenes del centro acabara en el hospital golpeado por un vecino, porque aquel amenazaba a las chicas de la zona con asquerosas propuestas sexuales. Cualquiera habría hecho lo mismo para defenderlas. El problema no es llegar a las manos o que un mozo esté hospitalizado. El problema es que esos chicos conflictivos, violentos y despreciables estén entre nosotros sin un plan concreto ni un motivo razonable. Está feo decirlo, pero es así y así lo cree el 99 por ciento de las personas normales, aunque la maldita corrección política les impida decirlo en voz alta. Por desgracia, siempre habrá un porcentaje de la población de cualquier país que no se adapta a la convivencia tranquila, personas que tienden a la delincuencia, a las drogas, a la violencia… inadaptados ha habido siempre. Nos los tenemos que comer con patatas, como suele decirse, e intentar arbitrar medidas para que el daño al resto de la sociedad sea mínimo. Otra cosa bien distinta es importarlos, traérnoslos de fuera, confinarlos en unos centros especiales y rezar para que se porten bien. Eso no va a ocurrir. No son niños pequeños a los que la educación, un entorno saludable y el cariño logren encauzar hacia una vida noble. Son jóvenes que solo entienden la violencia como lenguaje. Me temo que son irrecuperables, por más buenas intenciones que tengan sus cuidadores. Su vida adulta estará hundida en la delincuencia y lo habitual para ellos será sembrar el miedo allá donde vayan. Ahora toca preguntarse por qué siguen aquí y si somos nosotros, o es su propio país, el que se los tiene que comer con patatas.
Los violentos
Amaya Michelena | Palma |