La sala de máquinas desde donde se produce la energía necesaria para hacer activo el cuerpo humano es el cerebro, tan complejo que, pese a los inmensos avances, todavía hoy no se sabe cómo funciona. Ya desde la Edad Media hubo médicos, pintores y científicos que avivaron la curiosidad de conocer el cuerpo humano por dentro y las razones de su funcionamiento físico y espiritual. Tenemos un lío mental que nos hace infructuosos a la hora de definir el cerebro y sus funciones corporales, frente a la mente.
El científico y divulgador Sánchez Ron cree que el pensamiento proviene del producto y actividad del cerebro que obviamente forma parte del cuerpo humano e igualmente en otras especies de menor extensión cerebral, con la mínima actividad. Ese aumento de cráneo y cerebro humano tardó siete millones de años en ponerse en pie. Gracias a los primeros pasos erguidos somos humanos.
Los animales tienen algo que el humano, dicen, no tiene: el instinto. No sé, pero animales como niños, nada más nacer buscan teta, conocen a su madre y, un poco más tarde, ya juegan con sus hermanos. Los progenitores les enseñan a comer, v olar, beber, cazar… Pasados uno o dos años, llega el momento de la separación. Los padres miran atrás con ojos tristes y lo mismo hacen los hijos; llorosos, pues nunca volverán a verlos.
Al agrandársele la cabeza a los hombres, ésta se va llenando de pensamientos dirigidos hacia el saber, comprender, y tras muchos estudios: descubren, construyen y avanzan. Obviamente, los animales saben cosas, pero nunca se podrán comparar a los hombres; su cerebro es pequeño pero suficiente para manejarse.
Desde entonces, el hombre ha progresa inmensamente, de ser sólo animal, pasó a ser racional. Tanto hemos avanzado que hoy gozamos la vida antes impensable. Viajamos, nos comunicamos, defendemos los derechos humanos, la justicia social, la igualdad de género, etc. De otro lado, ha entrado el materialismo, que se toca y ve y también el hedonismo del placer y bienestar. Y la permisividad sin prohibiciones. Hay que atreverse a todo. Cada vez tenemos que ir más lejos, tanto que nos hemos deshumanizado; priva el subjetivismo y consumismo sin criterio, con una formación no formativa. Reina la apatía, la dejadez, la libertad a voces, ruidosa, y el vacío espiritual, sin criterio ni educadores. Debemos fijarnos en los animales si queremos aprender. No sólo estudiar, sino aprender a vivir unidos. Deberíamos recapacitar y hacerlo ya.