En agosto saltaba la noticia. En tres colegios de Mallorca se iba a impartir la asignatura de religión musulmana a partir de este curso. Concretamente en los centros públicos de Lloseta, ses Salines y la Colònia de Sant Jordi. Las reacciones se sucedieron en la redes sociales y en los medios de comunicación y tanto en unos como en otros se suscitó la polémica.
La cuestión es porqué un hecho que ni tan siquiera debería haber sido noticia, ha causado tanto revuelo. La respuesta es probable que esté, por un lado, en esa ola de cristianofobia que estamos viviendo en los últimos años, y por otro, en esa demanda constante de un mundo educativo tan escorado hacia la izquierda, de que la única escuela posible deba ser, además de pública (y por supuesto, en catalán), laica.
Tanto un hecho como el otro han llevado a mucha gente a pensar que mientras se excluía a la religión católica de la Educación, se introducía la religión musulmana en las aulas. Y probablemente porque sienten que la enseñanza de la religión católica está amenazada, han llegado a esa conclusión errónea. El hecho es que desde 1992, además de la oferta académica de religión católica, es obligatoria, por convenio, la de religión islámica, judía y evangélica siempre y cuando exista demanda y comunidades con arraigo que lo soliciten, como parece que ocurre en los municipios en los que va a empezar a impartirse religión musulmana.
Y el hecho es también, que tampoco va a dejar de ofrecerse religión católica en los centros escolares de las Islas, aunque sí, a partir de la Ley Celáa, sin una asignatura alternativa y sin que la nota cuente para nada.
Sin embargo, lo cierto es que al mismo tiempo que se ofrece religión islámica en Baleares, en el Parlament se está tramitando una proposición no de ley de Unidas Podemos en la que «se insta al Gobierno de la nación a romper los acuerdos con la Iglesia católica para eliminar la enseñanza de la religión en los colegios públicos». En palabras de su impulsora, Gloria Santiago, «profesar la religión forma parte de la libertad individual» y su ejercicio no se corresponde a la escuela pública, sino a espacios privados. Por ello, lo que persigue con su propuesta es «una enseñanza laica, en coherencia con la condición aconfesional del Estado que promulga la Constitución y convertir la escuela pública en un espacio que desarrolle el pensamiento, la creatividad y el espíritu crítico sin dogmas religiosos ni condicionamientos».
Nada dice de romper los citados acuerdos de 1992 con las comunidades islámicas, judías y evangelistas, lo que nos lleva a la conclusión de que, o bien ignora que en todas las religiones existen los dogmas, o bien que los únicos que le molestan son los de la religión católica. Como también parece que la religión que debe circunscribirse únicamente a los espacios privados, según Santiago, es sólo la católica. En cuanto al resto de religiones, por mor de ese multiculturalismo que tan nefasto se ha revelado en toda Europa, todo lo anterior no cuenta, incluso si supone mirar hacia otro lado cuando se conculcan los derechos de mujeres y niñas.
Capítulo aparte será la actuación de las autoridades educativas ante la oposición de la Comisión Islámica, cuando se implemente el currículo que prevé la Ley Celáa y en el que se incluye la perspectiva LGTBIQ, la autodefinición de género, la perspectiva de género, la diversidad, la igualdad de género o la educación afectivo-sexual. Déjenme que les adelante la respuesta. ¿Será fascista la Comisión Islámica si se opone a esos contenidos? En absoluto. Máximo respeto. Son sus costumbres.