Es curioso que en tiempos de la COVID-19 surjan cada vez más editoriales. En las redes sociales abunda su publicidad. Evidentemente, las editoriales tradicionales, dícese aquellas a las cuales envías un manuscrito y pasan los meses y no recibes respuesta, y cuando lo hacen, si lo hacen, la respuesta por lo general es negativa, pues estas editoriales no necesitan este tipo de publicidad engañosa que parecen himnos a la alegría casposa: «¿Has escrito un libro? ¿Deseas que tus sueños se conviertan en realidad? Envíanos tu texto y recibirás una respuesta en la menor brevedad posible».
Si en menos de dos semanas te comunican su decisión de publicarte, «la lectura de su novela por parte del comité editorial aconseja su publicación y bla, bla, bla…», en ese caso, lo más inteligente es mandarlos a freír puñetas si no quieres que te saquen los cuartos. Estas editoriales publican todo lo que les envían. La autoedición es el pan de estas editoriales, convirtiéndose en meras imprentas, textos mal corregidos, feo diseño de portada, poca preocupación por promoción y distribución ya que tú has apoquinado con todos los gastos.
En la modalidad de coedición «ven amplias posibilidades en tu texto», pero que, al ser un completo desconocido, necesitan un impulso por tu parte, con que iréis a medias. Te instan a comprar un determinado número de ejemplares, pongamos 200, y te sueltan la cantinela que te será fácil recuperar el dinero invertido poniendo a la venta esos libros en presentaciones y demás. La ilusión del autor por ver su obra publicada, cegado por las ansias de ser leído y de merecer un reconocimiento permiten que estas editoriales se lucren. Pero es como todo, si quieres ver tu libro publicado ya y te lo puedes permitir, paga. Si no, a otra cosa bacalao.