Precisamente, en la época más tumultuosa, va y desaparece de la parrilla televisiva Pedro Piqueras, el que se hizo famoso utilizando adjetivos como «apocalíptico» en los informativos. Y es que a excepción del tema de la COVID-19, aquí ya solo se habla de Raffaella Carrá, de José Luis Moreno y, mucho menos, de la muerte de ese gran periodista llamado Tico Medina, subdirector de la revista Hola y entrevistador de personajes como el Che Guevara, Nixon o Farah Diba.
Y digo que nos falta escuchar a Piqueras como quien echa de menos en un menú moderno un entrante de caviar de liebre montado sobre queso rebozado, de segundo un chuletón de pollo y de postre espuma de aire montada sobre un gran plato vacío. Así de absurdo y jocoso es todo en los medios actuales, cuando uno ve desfilar a tropas rusas el Día de la Victoria de Rusia sobre el nazismo o al ejercicio chino con su arsenal de misiles. Y uno piensa: todo este gasto es para ser usado, no para decorar la Plaza Roja ni la plaza de Tiananmén.
Y luego uno rasca con mayor profundidad y se entera de que Rusia acaba de fletar una serie de submarinos, cuyas cargas explosivas provocan tsunamis con olas de hasta cien metros, o que China posee una flota de submarinos anclados en, curiosamente, Wuhan, la ciudad origen con sus laboratorios del tristemente famoso coronavirus, un arma letal que ayudará a China a conseguir su objetivo; esto es, llegar a ser la primera potencia mundial. Pero la televisión, en lugar de profundizar en estos temas que afectarán nuestra vida y futuro, prefiere hablar de la muerte de Samuel como ejemplo de homofobia, de José Luis Moreno y sus triquiñuelas y de Rociíto Carrasco.