Marga Prohens tiene un trabajazo de cara a las autonómicas. Es difícil porque Mallorca no es Madrid, aunque a ella la haya impuesto el dúo Casado-Teodoro para demostrar que ambos mandan en todos los rincones de las Españas. Pero en la Roqueta no se cosechan votos con demagogia anarcoide liberal cervecera, que sube y luego se desvanece como la espuma. Hace falta luchar calle por calle. Marga está en Madrid, lejos de los pueblos y de las barriadas de Palma. Yerra si piensa que para el trabajo a pie de obra bastarán Llorenç Galmés en la Part Forana y Jaume Martínez y Javi Bonet en Palma. Prohens debería dejar en segundo término su tarea de diputada y bajar a la arena.
Ya lo decía Gabriel Cañellas: La nostra gent vol tocar mare. Y, tras los desastres de Bauzá, el PP de la Part Forana debe ser relanzado. La vacuna contra el virus del boticario se llama cariño. Pueblos como Esporles o Deià fueron abandonados. También ha de recobrar a los alcaldes independientes Cifre (Pollença) o Montserrat (Vilafranca). Marga ha de seguir el camino de Company. Una obra seria, por encima de los chupitos y las birras madrileñas.
¿Y en Palma? Hará falta tacto, en este caso con los que se quedaron dando la cara tras el hundimiento rodriguista. Muchos mayordomos huyeron entonces hacia Ciudadanos y a Vox. Pero ahora, al compás de las nuevas encuestas que vaticinan un ascenso del PP, están volviendo. A este fenómeno ya se le llama síndrome Marqués Ratier, porque esta conocida familia, que buscó amparo en Vox, regresa al nido. Lo mismo pasa con antiguos palmeros de Bauzá: vuelven al hogar. Son gentes que en su día adoraron al boticario paracaidista. Marga debe encargarse de que regresen uno a uno, con humildad y sin galones. No es fácil. Ha de recobrar a la vez a víctimas foranas y a excostaleros del verdugo de Marratxí.
Es misión de madre superiora: exhibir sensibilidad desde la autoridad y el señorío.