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Vamos mal

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Decía Aristóteles , el sabio –no sé si los comunistas y los de extrema derecha estarán de acuerdo con ello, no creo–, que la verdad y la razón suelen estar en el centro de los dos extremos. Eso, en el siglo XXI, vista la violencia o las guerras que ha ido rompiendo la paz de los países a lo largo de la historia y, por lo tanto, la felicidad de los seres humanos, tendría que ser una lección tan aprendida como la de que no es bueno jugar con el fuego. Pero parece ser que nuestros actuales políticos no acudieron a clase el día que se impartía esa lección porque, seamos sinceros, los partidos que se definen como centro-derecha o centro-izquierda: PSOE y PP, si hubieran acudido, jamás se habrían permitido caer en manos de guerracivilistas a los que solo les importa el poder a cualquier precio porque, no seamos ingenuos ni mintamos: el comunismo real solo se puede imponer con la misma violencia con la que se impone el peor de los fascismos –pregúntenselo a los rusos–. Pero PSOE y PP les han dado pábulo a los extremistas, y las palabras irrespetuosas, la incitación a la kale borroka cuando es de mi ala política, los insultos, y la descalificación de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, se han puesto tan de moda como si los actuales políticos tampoco hubieran ido al cole el día que el profesor había explicado que esas formas tan cavernarias de poder son la antesala de la violencia extrema o de la guerra. Pero ni PP ni PSOE, con tal de mantenerse en el poder, les desdicen. Hasta Gabilondo, que parecía tener sentido común, ya ha dicho que pactará –todo sea por el sillón– con Iglesias que, con la excusa de ser de izquierdas y progresista –yo lo veo tan retrógrado como a Stalin – se permite insultar a los demás sin que éstos puedan ni ponerle en duda sin que se levante y se vaya. Los actuales dirigentes del PP y del PSOE –la mayoría de los anteriores a ellos fueron mucho mejores– no quieren ver el peligro en el que nos están metiendo a todos, la tensión social que va en ascenso. Ellos, los del Gobierno, Sánchez e Iglesias, ni siquiera les permiten a los periodistas hacerles con libertad las preguntas que, siendo progresistas… ¿? juraban que permitirían. Una peligrosa obra de teatro. Vamos mal.

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