Cuerpo y mente están en continua interrelación. Tanto la salud como la enfermedad son el resultado de esta compleja reciprocidad. Desde hace años, las investigaciones vienen mostrando que el psiquismo humano está mucho más involucrado de lo que se pensaba en el desarrollo de enfermedades tan importantes, a día de hoy, como las cardiovasculares, el cáncer o el asma. Es decir, no solo se ve fracturado el estado de ánimo a partir de conocer que se padece una enfermedad, sino que la enfermedad va a ser, en gran número de casos, el producto efecto de un estado afectivo prolongado que debilita al sistema inmunitario, principal defensor de organismos extraños en nuestro cuerpo. En la actualidad, la OMS reconoce que la depresión puede producir enfermedades cardiovasculares y que la aparición del cáncer puede suceder tras el desarrollo de trastornos mentales, tales como la depresión o el estrés postraumático.
Por tanto, se hace preciso incidir en el importante papel que juega nuestro psiquismo sobre nosotros. Ser conscientes de que los afectos van dejando rastro en nuestro organismo y, por ende, en nuestra vida. Que los sentimientos van a depender de nuestra moral y de nuestros pensamientos, cristalizados a través de nuestros actos. Son las diversas caras de una misma moneda con memoria, que a veces toca vivir, pero con la posibilidad de transformarlas a través de la construcción de nuevas historias de deseos.