Habrá mayores estupideces, desde luego, pero no es de las que se quedan cortas la de utilizar el vocabulario militar para referirse a la campaña en marcha para intentar hacer frente a la epidemia de coronavirus. No, no es una guerra. No existe enemigo al que ver ni contra el que luchar. De un virus hay que curarse y vacunarse para que no volver a padecerlo, si es que se puede. Al enemigo se le mata o, al menos, se le rinde. No existe ninguna pandemia a la que se haya vencido ni rendido. Nunca. Lo único a lo que podemos aspirar es a controlarla, como mucho, a través de medicamentos y sobre todo con la vacuna que para este caso no estará lista antes de un año, como poco.
El habitual final de las graves pandemias conocidas ha sido el silencio del virus. Sin que se haya acertado a explicar el por qué exacto. Como pasó con la más virulenta conocida: la de la gripe “española” de 1918, que se alargó más de un año y se manifestó en tres oleadas: de marzo a julio de 1918, de septiembre a diciembre del mismo año y de febrero a abril de 1919, siendo la segunda la más letal, matando en conjunto a unos 50 millones de personas en todo el mundo. Es pertinente el recordatorio por lo que ahora padecemos y al ver todos estos anuncios ridículos de vuelta a la “normalidad”: no ocurrirá tal cosa antes de que exista la vacuna. Mientras tanto ni habrá turismo de masas ni volveremos a nuestra cotidianidad. Así que calculen ustedes la intensidad de la caída económica que padeceremos – sobre todo en Baleares, debido al monocultivo turístico - y cuánto nos falta para volver “a lo de antes”.
No son menos ridículas esas invocaciones al “juntos lo venceremos”, los cánticos en balcones de “Resistiré” y demás chorradas que tanto gustan y que son propias de una sociedad peligrosamente inclinada a un comportamiento infantil, en la que hay una considerable porción de sus ciudadanos que parecen creer que la vida es una mera transposición a la realidad particular de cada uno de una película de Walt Disney: que si se quiere se puede, que se tiene derecho a ser feliz, que si se persiste el éxito llega… o que si se lucha contra un virus se gana. Pues no. No es así. Nunca lo ha sido. Y no será diferente esta vez.
No tenemos forma de adaptarnos a una enfermedad infecciosa tan nociva hasta disponer de medicación efectiva y vacuna. Pero como no queremos aceptar que es así, alentamos la toma de decisiones equivocadas que, en cualquier caso, no buscan la “victoria” ante el virus -imposible– sino preparar el sistema sanitario. Más allá de eso no hay nada más. Toda esta retórica belicista del Gobierno, medios de comunicación y feriantes del espectáculo televisivo es una estupidez como un piano. No vamos a ganar nada y mucho menos a un puñetero virus que nos está matando de forma masiva y seguirá matando hasta que exista una cura individual efectiva y una vacuna para prevenirlo. O, en su defecto, como pasó con la pandemia de gripe de 1918, hasta que infectó y mató tanto que funcionó el contagio de grupo: o sea, hubo tantos afectados que el “bicho” dejó de “comernos”. Es lo máximo que no es dado conseguir. Que ya sería la hostia, sin duda. Pero todo eso de los balcones, anuncios pagados de los gobiernos -regionales y nacional– para elevar la “moral de combate” y demás tonterías no va a servir de nada, excepto, quizás,alimentar el espectáculo televisivo.
Cuando se tengan todos los datos será el momento de analizar las cuestiones esenciales: si el coste económico – bestial – que vamos a padecerno hubiera sido mucho menor con otro tipo de medidas; si no hubiera sido mejor asumir un coste de vidas como inexorable y aceptar el virus como parte de la cotidianidad social mucho antes, aunque ese coste humano hubiera sido algo mayor del que tendremos que lamentar… Son cuestiones incómodas, cierto, pero es que la historia nos enseña que son éstas las que habrá que valorar y no las fantasías gubernamentales y mediáticas que tanto gustan ahora debido a la incapacidad mayoritaria de comportarnos como adultos y aceptar que no todo tiene solución en esta vida y, sobre todo, que ésta no tiene nada que ver con una peli de Disney.