El Parlamento catalán ha prohibido las corridas de toros (a partir de 2012) y se ha montado la de dios es cristo. Que si una nueva muestra de independentismo, que si inconstitucional, que si esto y lo otro. Pues a mí me parece muy bien. Las corridas de toros son cultura, sí, pero una cultura aborrecible, indigna, chabacana, anacrónica y sobre todo salvaje. No todo lo que es manifestación cultural –en sentido amplio- es bueno ni debe preservarse. Se mire cómo se mire, permitir un espectáculo público que consiste en la tortura de un animal es una salvajada impropia de una sociedad civilizada. No se trata tanto de defender al animal –a muchos matamos para comérnoslo- cuanto de defender nuestra dignidad como personas. Una dignidad que es imposible de mantener si se permite que sigan existiendo los espectáculos públicos a base de tortura de animales. Por mucha cultura que sean hay que liquidarlos.
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