La inactividad de la planta de hidrógeno verde de Lloseta, revelada en la edición de ayer de este diario, ha llegado acompañada de un duro encontronazo entre el Govern de Prohens y el anterior equipo de gobierno. El Partido Popular ha aprovechado la ocasión para desprestigiar la política energética, proyectada hacia la transición de energía renovable, que desarrolló el Pacte e incluso ha llegado a hablar de «ecopufo», término acuñado durante las últimas horas por Sebastià Sagreras, portavoz de los conservadores en el Parlament.
Un año y medio.
La realidad es que la planta nunca ha funcionado. Fue inaugurada en marzo de 2022 y un año y medio después no ha fabricado una sola gota de hidrógeno verde. ¿El motivo? Un problema de diseño del electrolizador, detectado por el fabricante. La empresa responsable del aparato que permite producir hidrógeno mediante un proceso químico es la norteamericana Cummins y, de momento, no ha establecido plazo alguno para su reparación o sustitución. La planta, ubicada en los terrenos de la antigua fábrica de cemento de Cemex, fue presentada como un proyecto pionero en Europa. Incluso la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, la puso como ejemplo a seguir y un gran avance en el camino hacia la soberanía energética. El hidrógeno que se fabricara debía ser aprovechado, inicialmente, como combustible de autobuses de Palma y hoteles, aunque su horizonte se ampliaba a servicios portuarios, actividades industriales y usos residenciales.
Un año y medio.
La planta de Lloseta, que tuvo un coste de 50 millones de euros, nació de la colaboración público-privada, de ahí que su inactividad debía haberse explicado hace bastantes meses. Sin duda, el proyecto es loable, un paso más hacia la descarbonización, pero la realidad es que nunca ha funcionado y ha transcurrido un año y medio. Más allá del oportunismo político, alguien debería dar explicaciones.