La organización ecologista Terraferida ha presentado un detallado informe sobre el consumo del territorio en Mallorca entre los años 2015 y 2021, seis años en los que se ha calculado que 11,2 kilómetros cuadrados de la superficie se han destinado a la construcción de viviendas, establecimientos turísticos, infraestructuras viarias e industriales. El testimonio gráfico resulta, sin duda, impactante y refleja que el desarrollo económico que vive la Isla de manera sostenida desde mediados del siglo pasado tiene unas inevitables consecuencias medioambientales que es preciso abordar desde las instituciones y el conjunto de la sociedad.
Crecimiento demográfico.
De las 1.149 hectáreas consumidas en el período analizado por Terraferida, la inmensa mayoría –725 hectáreas– corresponden a la construcción de edificios residenciales y complejos turísticos. En este sentido, resulta imprescindible tener presente que el fuerte incremento de la población residente en Mallorca en los últimos años, más de ciento treinta mil personas en el sexenio objeto de estudio, conlleva la necesidad de construir viviendas y la ampliación de las infraestructuras públicas y dotación de servicios. El innegable problema que plantea Terraferida obliga también a disponer de todos los parámetros que determinan el resultado final que se plantea a la sociedad. Una visión sesgada u oportunista de la realidad supondrá llegar a conclusiones y decisiones erróneas.
Un gran pacto social.
Más allá de las medidas que puedan adoptarse desde las instituciones, algunas de las cuales ya se han planteado, como la limitación a nuevas urbanizaciones, resulta inevitable plantear la necesidad de un gran pacto social que garantice un futuro sostenible para Mallorca, un objetivo que conlleva fijar límites en todos los órdenes y no sólo en el urbanístico. El problema requiere de la implicación de todos.