Las patronales CAEB y PIMEM reclaman de manera conjunta la desregulación de la llegada de cruceros al puerto de Palma. Consideran que la limitación –tres buques al día, de los cuales sólo uno puede ser un megacrucero– tiene un impacto negativo en el volumen de negocio de los comercios en general, pero de manera muy especial en el sector de la restauración. La medida fue acordada a principios de año entre el Govern, la Autoritat Portuària y la CLIA –organización esta última que agrupa a las principales navieras– con el objetivo de ordenar la llegada de los buques y evitar las altas concentraciones –con puntas de hasta ocho barcos de gran porte atracados al mismo tiempo– y los problemas que acarreaban en el orden medioambiental, logístico y de colapso en la ciudad.
Ir a contracorriente.
La petición de la CAEB y la PIMEM sólo puede entenderse desde la lógica de los intereses comerciales, legítimos por supuesto, de sus asociados, pero se sitúa en las antípodas de las nuevas tendencias con respecto al impacto del turismo de crucero. Son ya varias las ciudades europeas que han apostado por pautar la entrada en sus puertos de estas enormes embarcaciones, en especial por sus consecuencias medioambientales y la distorsión que genera la entrada simultánea de miles de visitantes en las zonas turísticas. No se trata de demonizar este perfil. El objetivo es ordenarlo y así lo entendió en su momento la CLIA cuando firmó el acuerdo sobre el puerto de Palma sin que, entonces, la CAEB y la PIMEM pusieran ninguna objeción.
Hacer balance.
La postura empresarial peca de precipitación, más en una temporada excepcional como la presente. En todo caso, la opción más razonable es esperar al final del verano para evaluar los pros y contras que han tenido las nuevas normas en la arribada de cruceros. Entonces será el momento de analizar los resultados.