La industria turística de Balears está logrando compensar los incrementos de precios derivados de la tendencia inflacionista en toda la economía occidental, provocada en buena medida por el conflicto bélico en Ucrania. El fin de la pandemia ha disparado la demanda turística, un fenómeno del que las Islas se están beneficiando sin apenas paliativos. El flujo creciente de visitantes lo hace a costa de un alza importante de los precios, tanto en el paquete vacacional como en el resto de la oferta complementaria; una dinámica que, en principio, permite salir de las tradicionales guerras por captar clientela de último momento y con escasa capacidad de gasto.
Mantener la rentabilidad.
Conviene mantener la cautela con respecto al aumento del gasto turístico, una buena tendencia pero que está condicionada por la evolución de la inflación. Los precios al alza, en la actual coyuntura, no supone de manera automática una mejora en la rentabilidad empresarial. Todos los costes –suministros, energía, transporte, personal, servicios...– también han subido de una manera notable, de modo que su impacto final sobre las cuentas de resultados no serán tan espectaculares como podría presuponerse ante una campaña turística tan excepcional como la presente. De todos modos, no cabe duda que la salida de mercado de la oferta marginal y a bajo precio de Balears ya es en sí misma una buena noticia.
Una buena temporada.
Tal y como apunta el propio conseller de Turisme, Iago Negueruela, este 2022 será un buen año turístico en términos económicos para el sector, circunstancia que debería aprovecharse para reformular algunos de sus principios atávicos. Los atractivos de las Islas están soportando subidas importantes en los precios de la oferta, circunstancia que confirma la solidez del destino balear ante los principales países emisores. La apuesta por la cantidad en número de visitantes ya no es sinónimo de futuro.