El presidente del PP ha decidido resistir y sumergirse algo más en la tormenta que azota a su partido y de la que es uno de los actores principales, junto al secretario general Teodoro García Egea e Isabel Díaz Ayuso. El aún principal partido de la oposición atraviesa por una crisis interna sin precedentes en España desde la restauración de la democracia en 1978. Sin el favor de los votantes, sin el apoyo de la militancia, sin la complicidad de los barones y dirigentes regionales y con el comité de dirección dividido, Casado permanece a estas horas atrincherado en la sede de la madrileña calle Génova. Una postura desafiante que parece lastrar más si cabe al partido que durante 15 años, con José María Aznar y Mariano Rajoy, lideró el Gobierno de España.
Una estrategia demencial.
Aparentemente, Pablo Casado es un cadáver que está conduciendo a la extinción al partido que, hasta hace una semana, aspiraba a convertirse en la alternativa al gobierno de Pedro Sánchez. Hoy no existe más horizonte para el PP que el de dar con la tecla correcta que aleje a la formación del riesgo de la desaparición. Una amenaza que sólo podría conjurarse con la convocatoria urgente de un congreso y la dimisión de Casado. Una renuncia que podría haberse evitado si García Egea hubiese sido destituido tras su intervención del jueves. Pero Casado no sólo no le desautorizó, sino que al día siguiente, durante una entrevista radiofónica, ratificó y aumentó la gravedad de las acusaciones vertidas por el secretario general contra Díaz Ayuso que, dicho sea de paso, tampoco ha dado explicaciones convincentes sobre un posible caso de corrupción.
Un partido invotable.
En este escenario, el tiempo parece jugar en contra del PP. Aunque nada garantiza que su relevo, incluso personificado en la figura de Alberto Núñez Feijóo, logre a corto y medio plazo frenar la hemorragia de votos provocada por el pulso constante con la presidenta de Madrid. Una sangría que los sondeos demoscópicos empiezan a constatar. Y ahí, en pérdida de apoyo electoral, es donde radica la verdadera catástrofe del Partido Popular.