Las halagüeñas previsiones turísticas llevan camino de situar este 2022 a la cabeza en las cifras de llegadas de aviones y pasajeros al aeropuerto de Son Sant Joan, dejando atrás el ejercicio de 2019, que hasta ahora ostentaba el récord. El levantamiento de las restricciones asociadas a la pandemia ha disparado la demanda vacacional en todas sus opciones, los ciudadanos europeos tienen ganas de dejar atrás los años grises de la incertidumbre sanitaria y económica. Este escenario, de cumplirse, volverá a poner a prueba la capacidad de respuesta de las infraestructuras públicas de Mallorca frente al alud de visitantes.
Intereses públicos enfrentados.
Resolver el límite de la capacidad de Mallorca para atender la demanda de una población residente creciente, además de la llegada de visitantes –que este año promete volver a rebasar las cifras ya conocidas– reaviva un debate social y político que está lejos de cerrarse. Las diferentes administraciones se muestran incapaces de fijar objetivos comunes, entre otras razones debido a que defienden intereses enfrentados. La gestión estatal de Son Sant Joan sigue apostando por incrementar el tráfico aeroportuario, circunstancia que se trata de compensar desde otros ámbitos institucionales aplicando limitaciones –urbanísticas, en la mayoría de los casos– para tratar de preservar el entorno.
Infraestructuras al límite.
A partir del mes de abril la demanda sobre el abastecimiento de agua, la saturación de la red viaria, el clima seguridad ciudadana, sistema sanitario, depuración y vertido de aguas residuales, ... crecerá hasta extremos desconocidos hasta ahora. La pregunta es si existe un límite y la respuesta debe darla, en primer lugar, la propia Administración pública en su conjunto. El futuro no puede basarse en un castigo indiscriminado a una industria frente a la que no hay alternativas viables y es el pilar de nuestro progreso.