Las bodegas Macià Batle -un entorno donde la Tierra y el arte dialogan en armonía, donde el tiempo parece detenerse para escuchar el susurro de las cepas- acogerán el XII Concert de la Lluna a les Vinyes, que tendrá como protagonista a la Orquestra Simfònica de les Illes Balears. Música, vino y solidaridad se conjugarán con la belleza de lo esencial en esta velada que se desarrollará el 19 de julio a partir de las 21.30, en la que además de celebrar la excelencia artística, se brindará un inestimable apoyo a la Fundació Amics de la Infància, que trabaja incansablemente por mejorar la vida de niños y niñas en situación de vulnerabilidad. Hablamos con Ramón Servalls, alma de las bodegas, empresario con sensibilidad cultural, melómano empedernido y anfitrión generoso que no concibe su proyecto sin el aliento de la música clásica, que considera ‘el vino del alma’.
La solidaridad estará nuevamente presente en esta velada de maridaje...
—Siempre, este concierto es por encima de todo un evento solidario en el que además de escuchar a la Orquestra Simfònica de les Illes Balears se pueden probar productos de la Tierra y degustar vino Macià Baltle. La gente es muy consciente de que viene a un concierto solidario y afortunadamente cada vez tenemos más solicitud de entradas, los que vienen quieren repetir.
«Me conmueve escuchar una sinfonía en las viñas un año de cosecha excepcional»
Complete la frase: ‘El vino y la música tienen en común que...’
—Los dos llegan a la parte más sensible del ser humano.
¿Cómo influye el entorno natural del viñedo en la experiencia sonora del público?
—Influye mucho, y más en este momento en el que Bodegas Macià Batle están apostando fuertemente por la sostenibilidad. Nuestro ADN es la solidaridad y la sostenibilidad. Y la gente valora mucho el contexto, en mitad de una viñas...
¿Qué detalles cuida especialmente para que el concierto además de sonar bien se sienta especial e inolvidable?
—Bueno, además de música hay degustación de productos mallorquines como panades, pinchos, ensaïmada, helados y vino. Hacemos que sea una gran velada solidaria, la gente disfruta y sabe que está apoyando a una ONG como Amics de la Infància.
¿Escuchar música entre cepas mejora el oído o solo el ánimo?
—Yo creo que las dos cosas, al alma se llega por el oído.
¿Cree que el vino y la música comparten una sensibilidad común?
—Totalmente, creo que fue Bach quien dijo que ‘la música es alimento para el alma’.
¿Qué vinos se podrán catar?
—Este año queremos enfocarlo en la sostenibilidad y daremos a probar nuestra línea ecológica V2 Vitis Vita, que en su primer año ya ha ganado 6 medallas en diferentes concursos. Es un vino nuevo y totalmente ecológico; el 70% de nuestras viñas ya son ecológicas.
«Creo que las grandes emociones están asociadas a los recuerdos de infancia»
¿Qué vino marida mejor con la Simfònica?
—Todos. Aunque todo depende del momento y de la pieza que escuches... Según la pieza te diría un blanco fresquito u algo más denso, un vino negro.
¿En la era de la inmediatez, ¿qué significa apostar por procesos que requieren paciencia y maduración?
—Es una buena pregunta. Por encima de todo un concepto de vida, porque te marca mucho. Por mucha tecnología que tengamos, el ritmo de la naturaleza es uno y no hay quien lo cambie. Y esto te enseña una actitud ante la vida mucho más paciente, más realista y alejada de fantasías.
¿Qué le conmueve más: una sinfonía bien ejecutada o una cosecha excepcional?
—La verdad es que una cosecha excepcional. Pero no creo que sean incompatiblas, no plantearía un dilema ante estas cosas, yo diría que la respuesta correcta es escuchar una buena sinfonía en las viñas un año de cosecha excepcional.
¿Es el viñedo una forma de escribir con la tierra lo que otros escriben con palabras o notas?
—Lo es, lo es. El vino tiene un elemento creativo muy importante: cada año cambia, porque cada año las condiciones climáticas son diferentes y la naturaleza te da un fruto a partir del cual puedes crear cada año un vino nuevo, y siempre es una aventura.
¿Quién es más caprichosa a la hora de afinarse: una orquesta de cámara o una barrica nueva?
—Te diría que las dos. Las barricas suelen llegar muy bien hechas pero aún así siempre hay alguna sorpresa.
¿Qué etiqueta pondría en un vino si pudiera embotellar una emoción, un recuerdo o una sonata?
—Esta es difícil… Creo que las grandes emociones están asociadas a los recuerdos de infancia, y yo me iría hacía allí. Recuerdo mucho los Conciertos de Brandenburgo (Bach, 1721), porque son las primeras piezas de música clásica de las que disfruté. Creo que en la etiqueta pondría una foto de infancia, de aquella Mallorca semi-vírgen, y el nombre del vino sería en mallorquín.
¿Qué es peor: servir un gran vino en un vaso de plástico o interpretar Bach sin pasión?
—Las dos cosas. La música no se puede entender sin pasión y un gran vino necesita toda una liturgia que lo vista.
¿Qué le gustaría dejar en el alma del visitante cuando se aleje de su finca al anochecer, tras la última nota, tras la última copa?
—Me gustaría que se fueran con una sensación de amor a la Tierra, a la naturaleza, a la solidaridad y a la música.