A pocos metros de la orilla, entre turistas en chanclas y mojitos a la sombra de las palmeras, David Domínguez se enfunda el neopreno con la misma naturalidad con la que otros revisan el correo. Nuestro experto en tiburones es responsable del equipo de buzos del Palma Aquarium, allí comparte su jornada con un grupo bastante exclusivo: cuatro machos y una hembra de tiburón trozo; y cinco formidables ejemplares de tiburón tigre de arena, dos hembras y tres machos. Hoy, Día Internacional del Tiburón, nos sumergimos con él en las profundidades de su rutina para escudriñar su relación con estas criaturas por las que seguimos fascinados, aun cuando matan a menos personas al año que los selfies…
«Mi primera vez en el tanque fue especial, tuve una conexión especial», recuerda David con una voz sobria que delata calma. «Entré con nervios por lo que las películas te han ido inculcando sobre ellos, pero lo que encontré allí fue paz, y hoy me estreso más en Porto Pi que rodeado de tiburones». A lo largo de sus veinte años de experiencia, ha desmontado uno por uno los mitos que flotan alrededor de estos depredadores marinos. «El cine nos ha hecho creer que son devoradores de hombres, cuando en realidad el 90 % de los ataques a humanos son errores de identificación. El resto, por lo general, son tiburones desnutridos o enfermos».
Con el paso de los años, el miedo atávico que infunden en el ser humano estos magníficos animales ha mutado en respeto. «Esto sucede desde que hemos comenzado a conocerles y entenderlos, de hecho Jacques Coustea decía que ‘la salud de un ecosistema marino se puede medir en función de la cantidad de tiburones que habitan en él’». Y ¿cómo se cuida a un animal que muchos aún asocian con la palabra ‘peligro’? «Son fáciles de mantener, aunque algunas especies como el tiburón blanco necesitan condiciones muy específicas, como grandes corrientes oceánicas». Asegura el experto que, aunque «se trabaja muy bien con ellos, hay que seguir unas reglas: no debes ponerte en su camino y respetarlos».
El vínculo con los tiburones no es emocional en el sentido humano, pero sí existe una forma de reconocimiento. «No nos reconocen porque todos vamos con neopreno y una botella, pero sí detectan ciertos patrones como tu respiración y tu nivel de estrés, esa es la teoría que tengo y quizá algún día la plasme en papel». Eso sí, quien espere escenas de ternura tipo Buscando a Nemo se equivoca de animal: «Los tiburones no tienen apegos, una madre puede soltar a sus crías e irse como si nada. De hecho, si las vuelve a ver y tiene hambre, se las podría comer». En cuanto a su carácter, no todos los tiburones son iguales. «Hay días en los que están más tranquilos, y otros en los que están más nerviosos, más reactivos, sobre todo en épocas de apareamiento se nota muchísimo. Cada uno tiene su personalidad».
De entre todos los tiburones que nadan en el gigantesco tanque, David tiene una favorita: Coco, una hembra de tiburón tigre de arena de más de 3,5 metros. Esta ‘chica’ con clase que «muerde con una fuerza impresionante» le ha robado el corazón. Pero ¿alguna vez se ha llevado un susto? «No, estamos en un medio artificial controlado y sabemos como tratarles, no hay ningún peligro, pero recuerdo que la primera vez que les vi aparearse me impresionó ver como se muerden y empujan». Para el entrevistado, la responsabilidad de cuidar a un animal tan simbólicamente potente «me empodera y me hace feliz, trabajo en algo que me apasiona; y después de tanto tiempo con sólo meter la cabeza en el agua ya sé cómo están, si tienen hambre, si están estresados...». Sin duda, el mayor peligro de los tiburones no está en sus dientes, sino en nuestra ignorancia. Y gracias a profesionales como David Domínguez tenemos la oportunidad de ver más allá de la aleta que asoma del agua.
Antes de despedirme le pregunto a este hombre fuerte y de mirada recia, cuyo día a día transcurre entre tanques y escamas, si ha buceado con el ‘gran blanco’. «Precisamente mi próximo reto es bucear sin jaula junto al gran tiburón blanco» suelta como quien decide al fin subir a la montaña rusa.