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Alpargatas mallorquinas: de zapato de trabajo a icono del verano

El tradicional calzado cada vez se lleva más: «Nuestro cliente siempre ha sido el local, pero ahora también tenemos turistas», cuenta Aurora Sánchez, de Alpargatería La Concepción

Alpargatas mallorquinas: de zapato de trabajo a icono del verano

Varias de las alpargatas que uno puede encontrar en Alpargatería La Concepción

| Palma |

En pleno corazón de Palma, entre calles que aún conservan la esencia de barrio y tradición, sobreviven —y resisten— dos alpargaterías con historia. La alpargata, ese calzado humilde hecho de lona y suela de esparto, ha pasado de ser una herramienta de trabajo rural a convertirse en un símbolo de estilo mediterráneo. Pero mantener este legado no es tarea fácil.

De Menorca a Mallorca: el legado de La Concepción

Fundada en 1940, Alpargatería La Concepción no solo es una tienda: es una historia de mujeres que han pasado el testigo de generación en generación. Aurora Sánchez, actual responsable del negocio junto a su madre María Visitación, recuerda su infancia correteando entre estanterías llenas de alpargatas. «Llevo 19 años con ella, desde que nos traspasaron el negocio. Mi madre ha estado toda la vida en esto y todavía sigue, aunque se jubilará en un par de años».

Las cestas de palma también son muy vendidas y se pueden ver desde la calle.

Su madre, además, trabajó con la anterior propietaria, una mujer menorquina que trajo por primera vez a Mallorca las tradicionales abarcas de Menorca, hoy convertidas en parte esencial del catálogo. Aunque ya no fabrican ellas mismas, siguen colaborando con los mismos artesanos de La Rioja desde hace décadas. «Todo lo que tenemos es español», insiste Aurora, aunque lamenta que cada vez haya menos producción local. «En Mallorca se está perdiendo la artesanía del calzado. Ya quedan muy pocos artesanos que lo trabajen aquí».

Aurora Sánchez posa para Ultima Hora desde detrás del mostrador.

Llunes: una estela desde 1927

Un poco más al norte, Espardenyeria Llunes mantiene viva otra tradición. Aunque el negocio actual se fundó en 2016, sigue la estela de Espardenyeria Llinas, con raíces que se remontan a 1927. Maestre, como se apellida la mujer que regenta hoy la tienda, lleva 25 años dedicada al sector. «La tienda va tirando, pero no hay relevo generacional». Además, remarca que «la gente joven prefiere los grandes comercios. No se valora lo pequeño, lo nuestro», dice con resignación.

Las alpargatas más básicas tienen un precio de 15 euros.

Aquí, el cliente principal no es el turista, sino la gente de la Isla. El esparto con el que trabajan también viene de la Península, y toda la fabricación es española. En sus estantes hay desde las típicas alpargatas hasta zapatillas de estar por casa, cómodos zapatos de diario y cestas de palma que evocan tiempos pasados.

Entre la nostalgia y el cambio digital

Pese al apego a la tradición, ambas alpargaterías han sabido adaptarse a los nuevos tiempos. La Concepción, por ejemplo, cuenta con una activa cuenta de Instagram que roza los 8.000 seguidores. «Las redes sociales nos han ayudado mucho, sobre todo tras el covid. Tenemos más visibilidad y eso atrae turistas», explica Aurora.

Eso sí, las ventas siguen enfocadas principalmente al público nacional. No hacen envíos fuera de España, pero sí muchos pedidos dentro del país. La clientela valora la calidad, la historia y el trato cercano. En el caso de Llunes, su web también actúa como escaparate digital de un negocio que, aunque tradicional, no se queda atrás.

El futuro de la alpargata mallorquina

Ambas tiendas representan una realidad que se repite en muchos rincones de la isla: negocios familiares, con décadas de historia, que luchan por no desaparecer en un mercado dominado por las grandes cadenas y la producción en masa. «Antes vendíamos mucho más, claro, pero seguimos aquí», afirma Aurora con una mezcla de orgullo y nostalgia. La alpargata, símbolo de identidad mediterránea, sigue viva. Pero como dicen sus guardianas, necesita que alguien la calce… y que alguien la herede.

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