REPORTAJE

Kagura, un espacio para vivir la tradición japonesa en Mallorca: «Puedes probarte kimonos auténticos»

Kei Harada, japonesa de nacimiento, se ha llevado su extensa colección de trajes japoneses de su tierra natal a la isla

Kimonos

Kei Harada vive en Sant Joan, donde tiene ubicada su negocio de alquiler de kimonos | Foto: M. À. Cañellas

| Palma |

Las herencias se tratan, probablemente, de una de las bases de la ancestralidad de las familias y el mejor método preservar su identidad y tradiciones a través de objetos físicos. Pero no hablamos de transmisión de viviendas o de riqueza, sino de auténticos objetos de valor sentimental e incluso histórico que han pasado de generación en generación con el objetivo de convertirse en el signo de prestigio de una dinastía. Aquí, por ejemplo, es muy habitual heredar el collar de la abuela que a la vez se lo dio la suya, o un mueble que lleva en la familia más tiempo del que se puede recordar. Sin embargo, en Japón, el objeto de herencia por excelencia no son otra que los tradicionales kimonos, esos trajes que evocan la belleza tradicional del país nipón y que normalmente se consiguen a través de los padres, los cuales suelen recibirlos de los suyos. Kei Harada, japonesa que vive en Mallorca desde hace 12 años, lo sabe muy bien, pues su gran herencia ha sido una vasta colección de kimonos que se ha traído a Mallorca y que ahora utiliza en su empresa Kagura, un negocio de alquiler de trajes japoneses, el primero en la historia de las islas.

De hecho, la familia de Harada está especialmente vinculada con esta tradicional vestimenta japonesa, la cual se ha convertido en toda una seña de identidad del país. Por una parte, su familia paterna era propietaria de una fábrica de textiles de seda con la que se fabrican los kimonos, mientras que su abuela materna estudió baile tradicional japonés, profesión donde se usa con mucha asiduidad esta vestimenta: «En la casa familiar de mi abuela paterna había un taller que fabricaba rollos de tela para kimonos llamados Hakata-ori, un tipo de tela de seda que es una especialidad del área de Hakata de la ciudad de Fukuoka catalogado como artesanía tradicional por el Ministerio de Economía, Comercio e Industria de Japón. Sin embargo, durante la Segunda Guerra Mundial, el edificio quedó reducido a cenizas. Se pudieron rescatar algunas piezas, pero casi todo lo heredé de la familia de mi madre».

En un principio, Harada no tenía planeado llevarse todos sus kimonos a Mallorca, ya que, a pesar de que lleva más de 10 años viviendo en la isla, sus viajes a su tierra natal eran frecuentes y conservaban una vivienda allí, donde guardaba todos los trajes. No obstante, poco después de la pandemia, su padre decidió también mudarse a Sant Joan, donde residen actualmente, y tanto ella como su marido vendieron su casa en Japón, por lo que poco a poco fuera transportando los vestidos hasta Mallorca. Los últimos los lograron traer hace medio año. «Al principio no mencionaba mucho mi nacionalidad japonesa porque al llegar lo que quería era adaptarme. Sin embargo, ya con unos años aquí y con los kimonos en mi casa, pensé que podría ser buena idea darles un uso para que la gente experimente el ponérselos», explica.

Vestir el kimono, toda una experiencia

Hace aproximadamente un mes, Harada ha lanzada su negocio de alquiler y fotografía de kimonos, principalmente, para poder sacarlos de tanto en tanto y monitorear su estado y, por otra parte, ayudar a la gente de aquí a experimentar «al máximo» la cultura japonesa a través de uno de los elementos estéticos que la ha definido a lo largo de los siglos. «Ya son muchos años conviviendo con la gente de aquí, y he notado que a los mallorquines les encanta Japón y su cultura, cada vez que llevaba comida a una barbacoa o me ponía cierta ropa nuestros amigos quedaban fascinados. Es de esta forma que pensé que podría ofrecer lo mejor de la tradición de mi tierra aquí, también como forma de agradecimiento por la hospitalidad que me han ofrecido cuando llegué ».

En ese sentido, Harada remarca que ponerse un kimono se trata de toda una experiencia en sí misma, pues se necesita al menos una hora para ponérselo y otra hora para quitárselo. Eso se debe a que el mismo traje, al contrario de la ropa más casual, está tejido de forma bidimensional, es decir, con cortes en líneas rectas, por lo que lo hace más adaptable, y el responsable de vestir a la persona deberá realizar las dobleces y ajustes necesarios para que quede bien en el cuerpo del clientes. Además, no es solo el traje lo que se lleva, sino que se debe de hacer una selección de multitud de accesorios que acompañan el kimono en sí: el obi, la faja que va alrededor del estómago; el haneri, que podría definirse como la ropa interior del kimono, la hakama, un pantalón accesorio que se puede incluir en el vestido, y multitud de decoraciones como el pasador del pelo kanzashi, el abanico japonés, el suehiro o el uchiwa, y el wagasa, que vendría a ser el paraguas japonés. A esa lista, además, también se debe incluir el tabi, o los calcetines japoneses, y el calzado, que en este caso sería el zori, fabricado con piel, vinilo o tela, o el geta, el tradicional calzado de madera nipón.

De todas formas, más allá de lo ceremonioso o estético que puede conllevar la vestimenta del kimono, Harada hace especial hincapié en la presencia del «espíritu japonés» durante todo el proceso, descrito por ella misma como «el buenhacer nipón. Nosotros valoramos el orden, la educación, el compromiso y la cortesía, y esos valores están presentes durante el ajuste y la vestimenta del kimono, tanto por el sastre como por el cliente». Harada nota especialmente fuerte la presencia de estos códigos en la elección del traje, el cual sigue estrictos pasos de selección dependiendo de la edad, la estación, el estado civil o incluso el momento emocional que está pasando uno. «Para transmitir gratitud y cortesía a la persona que te invitó, es importante elegir un kimono que combine con el lugar, el evento y las personas que se reunirán. Sin ir más lejos, los estampados está llenos de significado. Por ejemplo, la grulla simboliza la vitalidad y la longevidad, mientras que la peonía sirve para atraer la riqueza, la prosperidad y la eterna juventud».

Kimonos en Mallorca

Según explica Harada, el negocio consiste en vestir a la persona con el kimono, realizar una sesión de fotos, y desvestirla inmediatamente después en el mismo espacio. Ello se debe a que se necesitan manos expertas para manejar la delicada y preciada tela de los trajes, los cuales son una herencia ancestral que la japonesa tiene en alta estima: «La mayoría de los kimonos que tengo los heredé de mi abuela y mi madre, así que no puedo prestarlos casualmente para que la gente lo use en celebraciones. En el futuro, si todo va bien, sí que tengo planeado adquirir más vestidos para destinarlos al alquiler, pero de momento tengo que supervisar todo el proceso de primera mano».

El reto más grande al que debe enfrentarse, sin embargo, no es otro que el lavado de los kimonos, el cual puede convertirse en un desafío debido al gran número que posee. «Los kimonos no tienen que lavarse con mucha frecuencia, pero si no se hace de tanto en cuando pueden acumular humedad y oler mal. En Japón hay sitios especializados donde los lavan con cuidado, pero aquí no hay, posiblemente tenga que aprender a hacerlo yo». Además, todavía le queda por finalizar su estudio, el cual piensa decorar con motivos japoneses para crear la atmósfera lo más auténtica posible. Por el momento, las fotos las saca en el estudio de Montuiri de Gaizka Taro, fotógrafo y la otra mitad de este proyecto.

Para Harada, este negocio se trata de la oportunidad perfecta no solo para ofrecer lo mejor de Japón en Mallorca, sino para también de honrar la herencia y la tradición de su familia, y permitir que los kimonos, una vez más, puedan sacar a relucir la belleza oriental más pura y atemporal que ha situado a su país natal como una referencia estética a lo largo de la historia: «Nunca se me ha pasado por la cabeza vender los trajes, sería una pena. Espero que, con mis conocimientos y mi pasión, pueda devolverles el esplendor a estas reliquias familiares en lugar de olvidarlas en un cajón para que sean pasto del polvo».

1 comentario

user NormaDin | Hace 10 días

Uf, la señora se habrá quedado a gusto.

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