«La figura de Drácula me cautivó por su apariencia»

En el Día Mundial dedicado a su figura hablamos con Antonio Pérez, de Transilvania Café Museo, sobre el mito del vampiro inmortal

Hablamos con Antonio Pérez, de Transilvania Café Museo, sobre el mito del vampiro inmortal | Foto: P. Bota

| Palma | |

Su piel mortecina y sus ojos enrojecidos, sedientos de sangre, resumen la imagen de este príncipe de las tinieblas que Bram Stoker presentó en sociedad en 1897. Erguido e inmutable, su espeluznante mirada desafió la moral timorata de la era victoriana. Hoy, 26 de mayo, se celebra el Día Mundial de Drácula, uno de los personajes cumbre del terror gótico. Inspirado en la historia de otro príncipe, Vlad III de Valaquia, originario de Rumanía y apodado por sus enemigos ‘el empalador’ debido al despiadado trato que brindaba a sus adversarios, a quienes torturaba con una creatividad diabólica. Del mito del vampiro inmortal hablamos con Antonio Pérez del Transilvania Café Museo, el local más terrorífico y molón de Palma.

La paradoja del hombre afligido por su inmortalidad, que alimentaba de sangre ajena, es un tema que apasiona a nuestro protagonista, cuya historia parece sacada de un acongojante relato de Edgar Allan Poe: «Siendo un niño estuve postrado en una cama durante varios años debido a una enfermedad pulmonar, la figura de Drácula llegó a mi vida a través de la novela, y para ser sincero, aunque todavía era un crío, me cautivó su apariencia, muy distinta a la que se muestra en la filmografía». De ese modo entró en su vida este personaje de la Transilvania profunda, abanderado del mal en la Tierra, que hipnotizaba con su rostro pétreo al común de los mortales, a quienes arrastraba a su terrorífico reino a fuerza de dentelladas. Un personaje con el que «me sentí reflejado en un espejo, como no puede hacer un vampiro, identificando el miedo de la sociedad hacia la naturaleza del mal. En mi caso, supongo causada por la supervivencia a una dolencia que me creaba incertidumbre y miedo».

Drácula no fue el primer vampiro, pero sí el que cuajó en la cultura popular, sobre todo después de su paso por el cine, donde ha sufrido múltiples revisiones. Pasando del terror que describía a un ser maligno equiparable a un monstruo (Nosferatu de Murnau), a evolucionar hasta la edulcorada -y casi entrañable- versión de la saga Crepúsculo. De todos sus reversos, Pérez se queda con el interpretado por Christopher Lee, «mi primer ídolo», descartando a un Béla Lugosi «que no tuvo tanta trascendencia para mí».   

Alto, rondando los dos metros, erguido e imponente, nadie pudo imaginar que hubiese existido otro perverso conde que no fuese el propio Lee. Su único antecesor, un Lugosi de tez blanquecina y pelo engominado, parecía a su lado un inocente vendedor de seguros. Antonio confiesa que del actor británico «me aterrorizaba su mirada, pero al mismo tiempo me causaba admiración».

No obstante, a orillas de los ‘90 Francis Ford Coppola estremecía al espectador con su Drácula, una cinta con una sobrecogedora ambientación neogótica que cautivó a Antonio. «Me parece una verdadera obra maestra del séptimo arte, aunque también me quedo con Mr. Barlow, un vampiro muy trascendental que nace a través del ingenio de Stephen King en El Misterio de Salem´s Lot (1975), y que refleja los mismos conceptos del miedo humano hacia lo desconocido».

Obras

Se han estrenado una treintena de obras de teatro, y rodado más de doscientas películas, además de innumerables series de televisión, cómics y hasta novelas infantiles en las que Drácula ocupa un rol principal. Gracias a estas adaptaciones, el libro de Bram Stoker nunca ha dejado de imprimirse, consolidando al siniestro conde como un personaje inmune al paso del tiempo. «Un claro ejemplo se refleja en Hotel Transilvania, donde Drácula sigue postulado como el icono principal de la saga. Como su creador, Drácula siempre será inmortal», concluye Pérez.

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