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«La Revolución cubana sigue a día de hoy vigente y con más fuerza que nunca»

Tomeu Sancho, 'nuestro hombre en la Habana', está convencido de que el movimiento liderado por Fidel Castro no caerá

La silla de Antonio Maceo sigue en La Habana, siendo muy visitada y venerada. | NESTOR MARTI DELGADO

| Palma |

Tras dos días en cama peleando con un constipado a base de Frenadol, ajo rojo machacado y una especie de pócima a base de limones, rúcula, tomillo y miel, me dirijo a pie, por la calle Gilabert de Centelles, al bar Cristal. Allí he quedado con ‘nuestro hombre en La Habana', Tomeu Sancho, que en la víspera había llamado diciendo que andaba por Mallorca viendo a la familia. Antes me paro en la Casa del Libro, donde compro El poder de la hora, de Eckhart Tolle, un libro leidísimo porque, dicen, causa milagros. Ya os contaré.

Sigo. Tras dejar Marquès de la Fontsanta, en el primer semáforo cruzo las Avenidas y llego a la plaza de España, todavía en obras. Junto a la parada del autobús hay una mujer evangelista, que con la Biblia en una de sus manos y elevando la voz, camina de un lado a otro hablando de Dios a los transeúntes ante la mirada asombrada de tres testigos de Jehová que, a pocos metros, han instalado su pequeña oferta bíblica. Junto a la predicadora veo a otro miembro de la Iglesia Evangélica de Filadelfia entregando a los que por allí pasan un tríptico plegable que anuncia que «seguir estas señales pueden salvar tu vida», pues –añade en otra parte del documento– que «la Biblia es un conjunto de señales de tráfico que Dios nos ha dado para conducir nuestra vida hacia la salvación».

Me guardo el tríptico en el bolsillo y sigo avanzando. Dos minutos después de la diez, entro en el bar Cristal, pido un cortado y me siento cerca de la puerta de entrada. Y tres minutos después llega Sancho, de 88 años (¡quién lo diría!) y se queda de pie frente a mí. «Pero si estás hecho un chaval, tío», le digo, a modo de saludo. Me invita a que nos cambiemos de sitio, sugiriendo que nos sentemos en torno a una mesa del fondo, a la derecha, lejos de la corriente. «A los de mi edad –dice, tras pedir un té–, las corrientes de aire no nos sientan bien».

De paso o no

Joan Torres, que fue fotógrafo de Ultima Hora y con quien recorrí mucho mundo, decía de Sancho: «El día que veas que llega a Palma con maletas dispuesto a quedarse a vivir aquí, significará que la Revolución cubana, que es por la que él está allí, ha terminado». Por eso le pregunté si estaba de paso o si había venido para quedarse.

Tomeu Sancho lleva más de media vida en La Habana, donde se siente feliz viniendo a Mallorca de vez en cuando para ver a su familia.

«No, de paso. Pero regreso a La Habana ya –dijo–. ¡Cómo pasa el tiempo, eh! Lo digo porque me fui a La Habana cuando en España todo el mundo pensaba que la izquierda estaba en decadencia y que el comunismo tenía los días contados… Pues ya ves, se cayó el Muro, se desmembró la URSS, cayeron dictaduras de derecha y de izquierda… Y, sin embargo, la Revolución sigue vigente y con más fuerza que nunca. Y te digo más: el régimen de Cuba no caerá, todo lo contrario. Sí, hay gente por ahí que sigue opinando que no vamos a durar, pero… ¿Cuántos años hace que lo dicen? Es más, se dijo que cuando desapareciera Fidel Castro desaparecía la Revolución. Fidel ya no está, pero seguimos ahí. ¿Por qué? Porque en Cuba hay trabajo, hay comedores, hay educación... Todos van a la escuela, hay médicos, hay inversores, hemos superado la COVID-19, hemos creado nuestra propia vacuna… Hay futuro, en pocas palabras. Sí, como en todas partes, también hay gente que protesta, que levanta la voz en contra del régimen, pero ¿en qué país no ocurre eso? El único problema que tenemos es el bloqueo. Y no es una excusa, sino una realidad. Aunque, por fortuna, todos los países centro y sudamericanos, caribeños e incluso Canadá, están en contra de que vivamos sometidos a ese bloqueo por parte de Estados Unidos. Y como es así, el que realmente está bloqueado es Estados Unidos».

La silla de Maceo

¿Que si hablamos con Tomeu de la silla de Antonio Maceo? ¡Por supuesto que lo hicimos! «La silla sigue allí. Tras sufrir una pequeña restauración, ha vuelto al lugar que le corresponde en el Palacio de los Capitanes Generales de La Habana, donde puede ser visitada por los cubanos… Y la verdad es que está siendo muy visitada –matiza– desde que llegó allí».

En una de las cosas que estamos de acuerdo con Sancho es que, respetando todas las opiniones, la silla de Maceo debe quedarse en Cuba. Para Mallorca solo es un trofeo que se trajo el general Valeriano Weyler tras derrotar al Ejército mambí, comandado por Maceo, en los campos de San Pedro, derrota que le costó la vida a este. Es más, cuando la encontramos aquella mañana olvidada y arrinconada en un habitáculo del Museu de Mallorca, al que no tenía acceso el visitante, muy pocos sabían –en Cort, desde luego, nadie– quién era Maceo y mucho menos qué era esa silla hecha de tronco de palmera con las letras ‘A' y ‘M' y el escudo de Cuba grabados en el respaldo. En cambio, para Cuba, sí tiene mucho significado. Incluso para los cubanos de Miami. Es más, una representación de ellos, a poco de que la silla hubo salido de su ostracismo, se desplazaron a Palma con la intención de hacerse con ella, a lo que el Ajuntament, presidido entonces por Joan Fageda, se opuso. Y a día de hoy, Maceo sigue siendo muy importante para los cubanos, puesto que sigue siendo el símbolo de la Independencia. Conocido como ‘El Titán de Bronce', es una de las personas más veneradas por el pueblo cubano de ayer, de hoy y de siempre. Entonces, sabiendo el valor que tiene para ellos, y dadas las buenas relaciones existentes, sobre todo comerciales y empresariales que hay entre ambos países, ¿por qué no devolvérsela, como devolvió el expresidente Felipe González la silla de montar de Maceo a Fidel Castro cuando aquel era presidente del Gobierno español? Se la devolvió personalmente en un viaje que hizo a La Habana, si mal no recordamos.

Jaime Martínez, alcalde de Palma.

Al actual alcalde de Palma, Jaime Martínez, le sugerimos hace unos meses que viajara a La Habana y que hablara con quien debiere y en nombre de los palmesanos para que les entregase oficialmente la silla, su silla.

–¿Y tú crees que lo hará? –pregunta Tomeu.

–No lo sé. Nunca se sabe lo que decidirá un político. La decisión no depende solo de él.

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