España ya puede presumir de ser uno de los contados -apenas una decena- de países del mundo capaces de diseñar y construir un submarino de vanguardia. Un espacio al que llega nuestro país de la mano del Programa S-80, iniciado hace tiempo por las Fuerzas Armadas, gracias a una potente inversión estatal focalizada en Navantia, la sociedad pública española dedicada a la construcción naval civil y militar y principal contratista de la Armada.
Cartagena ha sido la base y el epicentro de un sueño que ya es realidad. Del que ha participado activamente el ingeniero mallorquín Miquel Isern Antich, uno de los «culpables» de que el 'Isaac Peral' ya sea una realidad palpable. La botadura del S-81 es otro paso más dentro del complejo reto industrial y tecnológico que supone para la industria de defensa española, gracias en buena medida a una inversión de 4.000 millones de euros por parte del Gobierno en el periodo 2018-2032.
El S-81 supone un paso más dentro de un camino que tendrá otras tres paradas, con la llegada de otros tres submarinos: 'Narciso Monturiol' (S-82), 'Cosme García' (S-83) y 'Mateo García de los Reyes' (S-84), todos ellos en homenaje a pioneros de la navegación submarina. Botado en diciembre de 2023, en fase de rodaje y pruebas en 2024, con el objetivo de rendir a su máxima operatividad en 2025, el 'Isaac Peral' puede acoger hasta a 40 tripulantes (24 marineros, 8 mandos y 8 miembros de fuerzas especiales) en su eslora de 80'8 metros, por los 7'3 de diámetro que luce la joya de Navantia y de la Armada.
Con una autonomía de más de 6.000 millas y una capacidad de inmersión de tres semanas, es capaz de alcanzar velocidades superiores a los diez nudos en superfície (18'5 km/h) y de diecinueve (35 km/h) en inmersión, contando con capacidad para hasta dieciocho armas (minas, torpedos o misiles) en sus seis tubos lanzatorpedos.
Este Programa S-80 lleva consigo un salto tecnológico sustancial respecto a su predecesor, el S-70, al contar con un Sistema Integrado de Control de la Plataforma y un Sistema de Combate que permiten elevar su grado de automatización y rebajan a su vez de manera notable el número de personas necesarias para operar el submarino en lo que supone el mayor reto para la construcción naval española hasta la fecha.
Todo ello ha incorporado un riguroso proceso de formación, adiestramiento y certificación a lo largo de todo el proceso de las pruebas de mar que permite conocer en profundidad la plataforma, con el objetivo de que el submarino pueda operar con seguridad, tanto en superficie como en inmersión.