Los surdos dan el tempo fuerte grave de cada compás, las cajas aportan brillo al conjunto, y repeniques y dobras marcan la melodía. Unas décadas atrás, su presencia era excepcional; hoy pocas son las fiestas populares que no cuenten con sus ritmos brasileños de influencia africana. En los últimos veinte años las batucadas han logrado posicionarse como un elemento imprescindible en festejos y celebraciones, y los blocos –como se llama a la batucada en su conjunto– están en pleno crecimiento. La clave de su éxito reside en diferentes aspectos, desgranados por algunos de los grupos más asentados en Mallorca.
Una de las formaciones más veteranas es la campanera Terraroja, nacida en 2002 como acompañamiento de la colla de dimonis del municipio, compuesta por 25 integrantes. «Empecé a tocar hace doce años, y mi evolución personal y musical ha sido muy positiva. Todo tiene altibajos, pero desde la pandemia hemos notado un incremento de tocades, y de gente que quiere sumarse al grupo. De hecho, este año nos han propuesto participar en fiestas privadas, hasta en algunas bodas», expresa Joan Mas, de 21 años, presidente de Terracuita y maestro de percusión de la batucada infantil y juvenil Es Macolins, cuyas clases comienzan en octubre, en las instalaciones del IES Damià Huguet.
De la misma añada es Sandungueros, la batucada de Lloseta, especializada en la samba de Bahía. «Somos bastante puristas, intentamos reproducir ritmos del carnaval de Brasil. A diferencia de la samba carioca, de Río de Janeiro, la samba de Bahía está más conectada con sus raíces africanas. Las batucadas polarizan mucho: o no te gustan nada, o su magnetismo te atrapa. Creo que la clave es la conexión con la tierra. Cuando tocas con un grupo tan grande, te invade el ritmo y vibras con los tambores. Además de salir al carnaval, festejos populares y festivales, con el grupo avanzado nos contratan para bastantes eventos privados, como fiestas de empresa o bodas. El público extranjero lo demanda mucho», explica Jorge Serrano, miembro de la junta directiva de la batucada, conocida por organizar cada año el Festival Internacional +KSamba en el que reúnen a maestros y batucadas de todo el mundo. El festival alcanza su décima edición en 2024.
En la Isla es habitual que las batucadas nazcan para acompañar a las colles de dimonis. Es el caso de Kintrofà, nacida en 2014 para convertirse en la banda oficial de los diablos de Kinfumfà. «Cada año podemos hacer unas 40 o 50 salidas. Dentro de un correfoc nunca queremos ser los protagonistas, pero está claro que no tiene nada que ver que suenen tambores en directo o música de un altavoz. Y no se toca por tocar. Intentamos ir coordinados con la intensidad del fuego y el espectáculo: si va a salir un juguete tocamos con más potencia, y si hay un parón aportamos una música más tenebrosa, explica Xisco Salvà, director de Kintrofà.
No todas las batucadas tienen una o dos décadas de antigüedad, sino que muchas son de nuevo sello. El de los blocos es un mundo con mucho movimiento, de escisiones y nuevas formaciones. Un ejemplo es Valkyria, de temática vikinga. «Es una música que te invita a bailar y que transmite buenas vibraciones. Esta es una afición que te ayuda a salir de la rutina, a desconectar a través de la música. Nuestra gran motivación es que la gente baile y disfrute del espectáculo», expresa Raúl Álvarez, fundador en 2018 de la formación que, a falta de espacio, ensaya cada martes en el polígono de Can Valero.
A pesar del buen ambiente que transmiten, no se dejen engañar: para lograr sonar bien se requiere disciplina en los ensayos. En general practican una vez a la semana y, como sostienen los maestros, no es necesario tener conocimientos musicales para empezar, basta con tener ganas de aprender. Y el aspecto social de las batucadas, tal y como explica Serrano, también es una clave de su éxito: «Somos un proyecto social que hace música. De hecho, a veces priorizamos a quien no sabe tocar pero viene con ganas de involucrarse que al virtuoso que va a lo suyo».
El apunte
Carnaval, ‘dimonis’ y fiestas populares
En la actualidad, la Isla cuenta con cerca de cuarenta batucadas, aunque algunas agrupaciones dividen a sus integrantes en un par de grupos. La mayoría de ellas surgen como un acompañamiento musical para las colles de dimonis. «No hace mucho había más batucadas que municipios. Después de la pandemia desaparecieron aquellas menos organizadas», explica Jorge Serrano, miembro de la junta directiva de Sandungueros, una batucada que no nació como percusión diabólica, sino para animar el gran carnaval de Lloseta, uno de los más famosos de Mallorca. Y es que las fiestas populares han sido siempre el gran escenario de estas agrupaciones, que también han logrado hacerse un hueco en el ámbito privado.