Rafel Cifre Romero, nacido en Sineu, en 1980, es graduado en Magisterio y Licenciado en Historia, y en la actualidad trabaja en la Administración. Rafel acaba de publicar un libro, Balears en el gulag. Republicans i divisionaris en els camps de concentració de la Unió Soviètica (1941-1956). «El libro ha sido autoeditado y tiene una extensión de 192 páginas», señala. Con anterioridad, en 2018, Cifre, publicó Vivencias de mallorquines alistados en la División Azul, 1941-1944.
¿Qué es un gulag?
Los motivos por los cuales escribe este libro son porque «a raíz de la investigación que llevé a cabo anteriormente sobre los mallorquines en la División Azul, pude comprobar que los que cayeron prisioneros y fueron huéspedes durante 11 años de los campos de concentración soviéticos, conocidos como gulags, compartieron cautiverio con otros compatriotas, pero de ideología muy diferente. Se trataba de republicanos españoles. Dicho tema, que despertó mi curiosidad, hizo que me decidiera a investigar si había republicanos de las Baleares que hubiesen conocido los campos soviéticos junto a los isleños que formaron parte de la División Azul. Y así fue como empecé a escribir Baleares en el gulag, cuyos protagonistas son personas de las Islas, o que tienen alguna vinculación con el archipiélago. Puedo decir que el de los republicanos prisioneros en los campos de trabajos forzados de la URSS, es un tema desconocido en la historiografía balear. Republicanos que fueron víctimas de los totalitarismos del siglo XX. Personas que lucharon contra el fascismo en España, que sufrieron el nazismo y que fueron encarcelados por el régimen estalinista».
Rafel Cifre nos explica que utiliza la palabra gulag para titular su libro, «porque gulag hace referencia al sistema soviético de campos u otros centros de reclusión, en los cuales se realizaban trabajos forzados. Es decir, campos de trabajo y de castigo, en los que eran encarceladas personas de diferente condición, presos comunes, presos políticos, prisioneros de guerra, etc. En 1921 había cerca de noventa campos, cifra que aumentó hasta los cuatrocientos por toda la geografía soviética».
En lo referente a cómo ha conseguido datos, situaciones, biografías de los protagonistas, Cifre señala que «la labor de completar la biografía de las personas que permanecieron en aquellos centros de reclusión ha sido difícil, ya que aquí existe poca información, puesto que mucha de la documentación utilizada se encuentra en archivos de países extranjeros. También, en ocasiones, la tarea de localizar a familiares ha sido bastante compleja hasta el punto de que en algunos casos los parientes de los cautivos no tenían conocimiento de que su familiar hubiese pasado por un gulag».
Once años de cautiverio
En cuanto al número de ciudadanos de Baleares cautivos en los gulag, así como sus ideales y lugar de origen, Cifre afirma que «como he mencionado anteriormente, entre los baleares que conocieron los temibles gulags encontramos republicanos y divisionarios, habiéndose contabilizado nueve. Tanto unos como otros habían participado en la Guerra Civil, y posteriormente se encontrarían en los campos, donde dejarían de lado sus diferencias y se unirían para sobrevivir, y para volver a casa. Entre estos dos grupos de personas encontramos gente de Manacor, Palma, Pollença, Binissalem, Maó. La inmensa mayoría de los divisionarios fueron hechos prisioneros el 10 de febrero de 1943, durante la Batalla de Krasny Bor –continúa su relato Cifre–, permaneciendo cautivos durante once años. Mientras que los republicanos llevaban en los campos desde 1941, la mayoría de ellos, que eran marineros y pilotos que servían al Gobierno de la República española, y que se encontraban en la URSS al finalizar la Guerra Civil, fueron retenidos y no se les permitió volver a España. Expresar el deseo de volver a sus casas, y la invasión de la URSS por parte de la Alemania nazi y sus aliados, selló su destino, ya que fueron detenidos y recluidos, conociendo campos como Makarino, Borovichi, Spask, entre otros, y algunos de ellos durante 15 años.
Y además de marineros y pilotos, también fueron huéspedes de los campos los conocidos como niños de Rusia. Se trataba de hijos de republicanos, que fueron evacuados de España hacia la URSS durante la Guerra Civil. Otro grupo de republicanos que también fue recluido en los gulags, provenía de Alemania, concretamente de Berlín. Esos berlineses eran trabajadores que producían para Alemania, voluntarios y forzados, que se encontraban en la capital del Reich durante los últimos días de la guerra en Europa, y que decidieron tomar la Embajada española en Berlín para poner su granito de arena en la lucha. Capturados por los soviéticos, fueron llevados a la URSS en 1945 al creerles espías».
Trabajos extenuantes
Cifre también ha indagado cómo era la vida en el gulag. «Su día a día en los campos consistía en jornadas interminables de trabajo (que hacían en bosques, canteras, minas e industrias de diferente naturaleza), a cambio de una precaria alimentación… El trabajo extenuante, la escasa alimentación, las calamidades y los maltratos a que eran sometidos eran la tónica. Y aparte de todo esto, hay que añadir la aparición de enfermedades que se cebaban en cuerpos tan debilitados. El régimen soviético hizo uso de aquella gente privada de libertad y la puso al servicio de sus objetivos industrializadores».
Lo de que si todos los prisioneros del gulag eran tratados por igual, también lo ha investigado Cifre. «Esas personas, a diferencia de prisioneros alemanes e italianos, jamás pudieron mantener correspondencia con sus familiares. Ese derecho les estaba negado. Así que nunca les pudieron avisar que seguían vivos. Incluso cuando prisioneros de otras nacionalidades eran liberados, ellos seguían cautivos, por deseo expreso de los jerarcas soviéticos. A todo ello, el deseo de Franco de congratularse con los Estados Unidos en el contexto de la Guerra Fría por una parte, y por otra, los obstáculos que puso el Partido Comunista Español para la liberación de aquellos republicanos cautivos, aquellos demócratas leales, a los que consideraban traidores, hizo que el cautiverio de aquellos hombres se prolongara. La muerte de Stalin en 1953 propiciaría un ámbito de amnistía, y que se iniciasen las repatriaciones de los españoles, tanto divisionarios como republicanos, retenidos en la URSS».
Por último, el autor aborda también lo que les pasó a su vuelta a casa. «Pues a su regreso, los cautivos de Baleares, igual que los del resto de España, serían interrogados sobre lo que vieron en la URSS y sobre su día a día en los campos, ya que debían asegurarse de que no eran espías. Algunos recuperaron sus antiguos puestos de trabajo, mientras que otros consiguieron otro destino».