Acaban de quitar el carril-bici de la Plaça d' Espanya, lo cual nos parece bien, pues siendo una zona peatonal en la que, como tal, está prohibida la circulación rodada, no tiene por qué tener carril-bici. Igual que Blanquerna, que lo tiene, en un tramo de calle en un lado, y en otro tramo, en el otro. En cambio, Oms , o Sant Miquel, no tienen carril-bici, pero por ellas circulan bicis y patinetes, y el peatón... ¡Sálvese quien pueda!
Pues imagínense lo que debe de suponer una calle peatonal con carril-bici para un invidente total. Incluso para una persona que padezca retinosis pigmentaria, es decir, que apenas ve, y como la luz, encima, la deslumbra, tiene que llevar gafas oscuras.
No comentamos hoy esto por no tener nada mejor que llevarnos a esta página, sino que lo hacemos porque pensamos que es justo y necesario. Tampoco lo hacemos porque nos hayamos metido en la piel de un ciego, colocándonos una venda que nos impida ver, y con un bastón hayamos intentado caminar y así percibir la sensación que da andar a ciegas. Lo hacemos porque hemos estado con ciegos. Totales, que no ven nada, y con otros que tienen retinosis pigmentaria. Y hemos caminado con ellos, a su lado, escuchando lo que decían respecto a los problemas que se encuentran a diario. Por ejemplo, en la explanada de la Plaça d'Espanya, la que está a la izquierda de la estación Intermodal según se la mira, hemos caminado al lado de Alejandra Luque, afectada por retinosis pigmentaria, por lo que usa gafas oscuras, que no bastón, y con María José Cifre, invidente total. ¡Ah!, para más señas, Alejandra es presidenta del Consejo Territorial de la ONCE de les Illes Balears.
No ven los carril-bici
Con ellas, como decimos, hemos caminado por esa explanada, en la que hay un carril-bici, «que no vemos, por tanto no sabemos si por él está pasando una bici o un patinete, pues somos ciegos», nos dice María José, que califica a las bicis y a los patinetes como los mayores peligros, por lo silenciosos que son, «para nosotros, los ciegos, pues ni los vemos, ni los oímos, ni nos enteramos si van por el carril-bici al que tampoco vemos». También quiere incluir en el capítulo de problemas, el mal estado en que se encuentran algunas aceras, con baldosas levantadas, o sin ellas, por lo que tropezar y caerse no es difícil.
Por su parte, Alejandra considera que si una zona, como la que estamos recorriendo, es peatonal, como lo es el resto de la Plaça d'Espanya y las mencionadas Blanquerna, Oms y Sant Miquel… Pues si es peatonal, como su nombre indica, es una zona para peatones, por tanto las bicicletas y los patinetes no tienen cabida en ellas… Sin embargo, circulan libremente.
De ello se han quejado ya a Cort. «Debemos de decir que siempre hemos tenido el mejor trato por parte de la Oficina de Accesibilitat, que en nuestra opinión funciona muy bien, nos atienden muy bien, pero debe de fallar el resto, puesto que las cosas siguen igual».
Pero es que el invidente tiene más problemas. Por ejemplo, si va por una calle, en la que se guía por las fachadas, el espacio vacío que debe de haber entre esta –la fachada– y las sillas de la terraza que pueda tener un bar, debe de ser, según la normativa TMA-851-2021, de 1,80 metros, mientras que las alturas que puedan haber (los toldos de ese hipotético bar) en ese recorrido deben medir 2,20 metros. Si no se cumple esta norma, el ciego puede tener problemas. Que, pese a todo, los tiene. Por ejemplo, tropezar con alguien que sale sin mirar de un portal o del bar.
Otro peligro: los alcorques
Con Franco Tomasino Santini, consejero territorial de la ONCE, que tiene retinosis pigmentaria, nos vamos a la parada del autobús de la Plaça d'Espanya, concretamente a la que está delante de la puerta de la Estación Intermodal. Esperamos a que llegue el bus. «Imagínese que salgo por la puerta de atrás, o por la de en medio. Como imagino que hay una acera, tras localizarla con el pie, la subo, pero como no llevo bastón, al avanzar por ella, no veo el alcorque que rodea el árbol, meto el pie en él y me caigo. Y es que los árboles, con sus respectivos alcorques que suele haber en algunas paradas del bus, suponen un gran peligro para nosotros».
Ahora, frente a la parada, Franco saca de su bolsillo un mando a distancia. «Al apretar el botón, desde la pantalla que indica el horario de llegada de los buses, una voz en off me debe notificar el tiempo que falta… Pero, como ve, aprieto una y otra vez, y la voz no suena. Y no lo hace porque está estropeado. Y como no vemos, pues nos quedamos sin saber si nuestro bus está a punto de llegar, o si falta mucho todavía. Esto nos pasa en esta parada y en otras muchas. Y pasa a menudo».
Otro problema: «A veces, la parada de nuestro bus está ocupada por otro, por lo cual el nuestro, cuando llega, o bien para detrás del que está, o delante de él, y como nadie nos dice nada, ni hay un altavoz que avise que llega el bus número tal… Pues nuestro bus se va. Y nosotros, como no vemos, seguimos esperando a que llegue. Y así nos podemos tirar un buen rato».
Lo dicho: hay que revisar, pero en serio, hasta qué punto es legal que por una calle peatonal circulen bicicletas, motos y patinetes a su bola, poniendo en peligro la integridad de los viandantes. Y si no lo es, hay que quitar los carriles-bici, desviar el tráfico que va por él a otras calles, y multar a los conductores que se salten la norma. Porque está claro, ¿no? Si es calle peatonal es calle para peatones, por lo que el tráfico rodado está prohibido por ellas. Vamos, es lo que dicta la lógica, ¿no?.
Por otra parte, si este domingo le recomendábamos al responsable de Emaya que se diera una vuelta por la cárcel vieja para que se hiciera una idea de la cantidad de basura acumulada que hay en ella, hoy le recomendamos a Cort que encomiende a alguien del departamento correspondiente a que se pasee con uno o dos invidentes por las calles de Palma, y que le cuenten. Y ya puestos, que lo hagan con personas de movilidad reducida obligados a desplazarse en silla de ruedas. Que esa, la de las barreras arquitectónicas, es otra asignatura que tienen pendiente los políticos desde hace años.